Columna de opinión

El país más sísmico

El país más sísmico

Por sus características geográficas, Chile es un territorio en el que constantemente ocurren y seguirán ocurriendo procesos geofísicos que pueden transformarse en desastres socionaturales. Terremotos, tsunamis, inundaciones, sequías, incendios forestales, deslizamientos de tierra, volcanismo, marejadas y trombas marinas son parte de nuestra identidad y nuestra memoria.

Al contexto andino, que configura las geo-amenazas en nuestro territorio, hay que sumar el fenómeno global del cambio climático. Según la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), Chile cumple con siete de las nueve características que definen a un país como vulnerable, por sus zonas costeras bajas, zonas áridas, su cobertura forestal, la exposición a la sequía y desertificación, la alta contaminación atmosférica urbana, entre otros. Los efectos del cambio climático son un hecho y nos están afectando, no solo por el avance de la desertificación o las variaciones de precipitaciones, sino que también con la acentuación de los eventos extremos.

Somos un país altamente expuesto a las amenazas de desastres socionaturales. Solo para hablar de grandes terremotos, si se toman los últimos 10 años en Chile, 2013-2023, y se contabilizan todos los terremotos de M8 o superior, que han ocurrido en el mundo, el 20% de ellos (2 de 10) ocurrieron en nuestro país.

Por otra parte, en los últimos años, gracias a los instrumentos desplegados en todo Chile –después de 2010– hemos logrado confirmar que en el país tenemos distintas fuentes sísmicas, o sea, distintos tipos de terremotos.

En nuestro territorio se producen los terremotos costeros (como el de 2010), que pueden llegar a ser de gran magnitud. Están también los terremotos de profundidad intermedia, muy destructivos, como el de Chillán, ocurrido hace 84 años, un 24 de enero de 1939.

Además, tenemos terremotos corticales, muy superficiales, como el de Las Melosas, 1958 en la RM (Cajón del Maipo); Chusmiza, 2001 en la Región de Tarapacá; o en Aysén en 2007. En el sur de Chile, en la Patagonia, que es como otro país en términos de amenaza sísmica, tenemos terremotos como el de Punta Arenas (1949), que es diferente a los antes mencionados y se asemejan a los que ocurren en la Falla de San Andrés, en Estados Unidos.

Es así como en Chile no sólo hay una gran cantidad de terremotos, incluso megaterremotos como el 27-F, sino que, además, tenemos diversos tipos de sismos, cuyos efectos y consecuencias para las personas, las construcciones y la infraestructura crítica son también distintos.

Capítulo aparte son los tsunamis en las costas chilenas que merecen una columna de opinión especial.

La conclusión es clara: vivimos en el país más sísmico. Por lo tanto, comprender el modo en que se generan y ocurren los terremotos y tsunamis un aprendizaje requerido para vivir y habitar armónicamente en este territorio.