Columna de opinión

Sigue temblando

Sigue temblando

A propósito del terremoto del 3 de marzo de 1985 en Valparaíso, quiero escribir no para hablar del terremoto en sí, sino que para hablar de lo que sucede después y también de algo que captura la imaginación: lo que pasa antes.

Partamos por lo que sucede después, que es lo que mejor entendemos. Se sabe que los terremotos vienen con réplicas y que las réplicas van disminuyendo en número después del terremoto. Es tentador decir que las réplicas son progresivamente más suaves, pero esa idea nos ha jugado malas pasadas. Lo que sucede es que el proceso de acumulación y liberación de tensiones dentro de la corteza de la Tierra tiene características caóticas. Eso significa que hay leyes para este fenómeno, muchas, pero generalmente esas leyes son estadísticas. Es decir, ni siquiera en principio, podemos adelantarnos a un evento preciso, debemos conformarnos con propiedades de un conjunto amplio.

En gran parte gracias a sismólogos japoneses, sabemos desde 1894 que el conjunto de sismos posteriores a un gran terremoto obedece a una hipérbola, curva conocida ya por los griegos. El Servicio Geológico de Estados Unidos tiene registros de las réplicas del terremoto de Valparaíso: en marzo de 1985 hubo 157 eventos, en abril hubo 29, en mayo 17 y así, cada vez menos. Esto pasa en todos lados, la hipérbola de los eventos que se produjeron después del terremoto de 1923 en Kanto, Japón, se prolonga por ¡1.200 meses!

Esto nos lleva a revisar lo que pasa antes. Mientras más grande un terremoto, más larga es la hipérbola. Dicho de otra forma, todos los terremotos son réplicas de un terremoto anterior. Esa es otra ley estadística, se llama similaridad, y también era conocida por los griegos. La hipérbola no se detiene nunca, es una figura ideal. Eso no es lo que pasa en la realidad, las cosas no son para siempre. La similaridad es incompleta, hay un momento donde la hipérbola se detiene, de lo contrario nunca temblaría fuerte de nuevo.

La actividad que sucede antes de un terremoto se llama precursora, estudiarla atrae a muchos investigadores. Es un área plagada de oportunidades, principalmente por la promesa de la predicción. El terremoto de marzo de 1985 tuvo actividad precursora. Durante febrero de ese año hubo 50 eventos el jueves 21 y 100 el viernes 22, daba la impresión que el sábado se alcanzaría una punta para dar inicio al sismo principal, pero no. El 23 de febrero hubo solo 50 eventos, el domingo 24 hubo 20. Y así muere esta secuencia precursora, el peak de la secuencia no coincide con el evento principal, es una pena, si fuera así, podríamos alertar a la población simplemente identificando la aceleración en la sismicidad.

Por ahora, hay que ser precavidos, simplemente no sabemos con precisión cuándo una aceleración de sismicidad termina con un evento destructor. Puede o no puede.

No hemos perdido las esperanzas, hoy en día creemos que antes de los grandes terremotos ocurre un tipo de actividad recientemente descubierta, nuevamente en Japón, y observada en muchas partes del mundo. Es difícil caracterizarla en pocas palabras, estamos recién aprendiendo, uno de los factores serían los fluidos presentes en lo más profundo.

La hemos observado con mediciones de largo plazo en la superficie del terreno, tiene un largo transiente, por así decirlo, es lenta. En retrospectiva, se la observó antes del terremoto de Iquique de 2014, lamentablemente también la han observado en Norteamérica sin terremotos destructores. Puede o no puede. Realmente necesitamos saber más de esta actividad. Si hay que hacer apuestas, apuesto a que queda mucho por descubrir aún.