Palabras del Prof. Pablo Oyarzún en Cermonia Medalla Rector Juvenal Hernández 2011

Palabras del Prof. Pablo Oyarzún en Cermonia Medalla Rector JHJ

 Aparte del honor (que no invoco protocolarmente), es muy fácil y a la vez muy difícil presentar a Francisco Brugnoli. Es fácil, porque en razón de sus múltiples actividades es una figura públicamente conocida y reconocida, y mucho más allá de los muros institucionales. De manera que no hay que gastar tanta elocuencia para familiarizar a los presentes con la condición y calidad del galardonado. Pero es difícil, y muy difícil, debido a la variedad y riqueza de sus ocupaciones y sus logros. En apretado resumen: hay que hablar del artista, del profesor, del gestor, del universitario, del político. No es poco, ¿verdad? Y para remate, no se puede hablar de cada uno de esos rasgos como si fuesen independientes unos de otros, porque en su conjunto forman una única fisonomía. Pero me temo que es imposible ofrecer de una buena vez el cuadro completo. Diferente a la imagen que lo enseña todo simultáneamente (no sin que se cele en ella siempre algún secreto, eso bien lo sabe Brugnoli), el lenguaje es sucesivo y no puede sino ir pasando revista o describiendo una a una las características, propiedades y atributos de una cosa, de una situación, un evento o una persona. Así que estoy condenado a tomar en consideración, parte por parte, los muchos aspectos de la persona y de su obra.

Permítanme comenzar por su inscripción primaria: Brugnoli artista, Brugnoli artista visual. Este último término -"visual"- no debe pasarse por alto en su caso. El experimentalismo de su obra -que fue indudablemente precursora en nuestro país, pienso en sus collages e instalaciones de la década del 60- consiste, precisamente, en un tipo de trabajo que privilegia los signos antes que los sentidos (es decir, entiende que los sentidos son efectos de las relaciones entre los signos, y aquí se trata de los signos que circulan en la cotidianidad social), un trabajo que, parejamente con lo anterior, indaga en los mecanismos de producción de los mensajes sociales, sin ceder a su impacto retórico inmediato, un arte que se entiende más como presentación que como representación, que ejerce en su propia producción una crítica de la producción artística; es justamente todo esto lo que está en juego en el término sobre el que llamaba la atención. "Visual" no es meramente lo que se ve; es el conjunto de condiciones, técnicas y operaciones que hacen posible ver. Llevada de esta vocación, la obra de Brugnoli, en suma, se articula como un proceso de análisis visual de la estructura de la comunicación social. Suena esto un poco abstracto, ¿no? Pero no se crea que se trata de una suerte de inspección lógica o meta-social: en los objetos, fragmentos y deshechos que pueblan sus trabajos se plantea persistentemente, casi podría decirse por defecto, una pregunta fundamental por lo humano, en la materialidad de su vida, en la posibilidad de su promesa, que es pregunta a la vez ética y política.

Digo: una pregunta, no como quien dice una interrogante que se hace para obtener una determinada información. La preguntas verdaderas (o diré, las mejores, para no parecer fundamentalista) son, en sí mismas, gestos de apertura, que se alargan más allá de lo que se controla y domina, para exponerse a lo ajeno, lo imprevisto, lo otro. De esta clase, creo, es la pregunta política (y ética, decía) que ha movido permanentemente a Brugnoli, que no es una pregunta que se aquiete con una toma de posición específica o un acto de fe. Por eso mismo no veo disociación entre su opción y su actuación política y su desempeño artístico. La disposición analítica y crítica de su obra se extiende también a su praxis política, y se extiende precisamente en la insistencia y la profundización de la pregunta aquella de la que hablaba. Y no se dejará sin mención que esta profundización se expresó en la decisión de Brugnoli de permanecer en Chile después del golpe del 73, para vivir en las condiciones ciertamente adversas de lo que se llamó el exilio interior. Como si precisamente solo fuese posible, para él, sostener esa pregunta en la proximidad diaria y la atestiguación de la catástrofe.

Lo que vengo de decir, me parece, es lo que explica en buena medida la calidad excepcional del compromiso con la Universidad de Chile que ha evidenciado Brugnoli en todo momento, también cuando se vio excluido de ella por la intervención militar. (Esto último, creo, es algo que merece ser enfatizado.) Y es que su inteligencia artística y política no podía sino hallar en esta universidad, por su historia, su vocación y carácter, el espacio fundamental de interlocución. En mi opinión, Francisco Brugnoli es uno de los miembros de la comunidad de la Universidad de Chile que más ha contribuido en las últimas cinco décadas a ese lema que repetimos pero que no necesariamente ejercemos con la intensidad y porfía que supone: que la Universidad de Chile piensa a Chile, que esta universidad es (que debe ser) el lugar en que Chile se piensa, y que precisamente por eso tiene la exigencia de pensarse a sí misma, a fin de no perder el hilo de su diálogo con las necesidades y posibilidades del país, del pueblo chileno. Esa contribución se ha manifestado de tantas maneras diversas, maneras que no han reverberado únicamente al interior del claustro universitario, sino que se han proyectado a todo el país

 Solo quisiera señalar aquí, por economía de tiempo, su función ejemplar como Director del Museo de Arte Contemporáneo, que supo rescatar ese museo desde lo que yo llamaría una profunda depresión institucional y sobrellevarlo en condiciones presupuestarias particularmente adversas (bien lo sé) para convertirlo en un notable centro artístico metropolitano y nacional. Esa es la calidad de gestor de Brugnoli, con un sentido de ciudadanía cultural que no me cabe duda todos le reconocemos. Ese mismo sentido, pienso yo, le valió inaugurar, a la cabeza de la nueva Vicerrectoría de Extensión establecida en el primer rectorado de Víctor Pérez, lo que estimo es una nueva época de la extensión en la Universidad de Chile: porque no se trata de concebir la extensión, que nuestras definiciones institucionales entienden como una función académica esencial, a la manera de la divulgación y el decorado; lo que se juega en ella es la responsabilidad social de la universidad, asumida como capacidad efectiva de interacción con el medio, como frontera de intercambio con este y de pesquisa de las transformaciones emergentes en la vida de la sociedad. Y como ya creo haberlo sugerido, este es el sello de la acción artística, académica y política de Francisco Brugnoli.

Creo que he dicho cosas que todos sabemos. Antes de terminar, me gustaría tocar una que he tenido la suerte de presenciar y de apreciar. En mi enumeración de los rasgos de la fisonomía de Francisco Brugnoli mencioné su calidad de profesor. Por otra parte, al hablar de su trabajo artístico lo caractericé con la expresión de "análisis visual", tratando de dar a entender que ella designa un núcleo denso y versátil, según la variedad y especificidad de los objetos, las operaciones, los contextos. Pues bien, ese no es un código oculto de su obra: es un programa manifiesto de su docencia. Confieso que he escuchado con admiración los ejercicios de análisis visual, precisos, documentados, perspicaces que Brugnoli practica en su enseñanza; piensen en cuántas promociones se han beneficiado de esa lucidez.

En fin.

Pensando en la condición bajo la cual se confiere esta distinción universitaria, muy especialmente en lo que atañe a la fidelidad irrestricta y permanente hacia la Universidad de Chile que haya mantenido la persona que se ha hecho merecedora de ella, no puedo sino expresar mi alegría por ver aquí reunidos bajo un mismo reconocimiento, a Norbel Galanti y a Francisco Brugnoli, integrantes y animadores ambos de ese grupo de académicas y académicos que se conoció bajo el apelativo de "Sala Niemeyer", y que tanta importancia tuvo en el proceso que, impulsado por el movimiento estudiantil de 1997, llevó, en definitiva, a la gestación del nuevo Estatuto y a la instalación del Senado Universitario. Lo que en ese generoso cenáculo se pensó, y por largo tiempo, aun antes del 97, fue de primera relevancia para los principios y contenidos que, con vistas a esa gestación y a esa instalación, debatió y acordó la comunidad universitaria. En ambos, en Brugnoli y Galanti, veo expresado en su más alto nivel el compromiso con la Universidad de Chile que debiera alentar en todas y todos nosotros.

Me reservo mis últimas palabras para saludar con cariño a la compañera persistente de Francisco Brugnoli, la artista Virginia Errázuriz; y también para formular un agradecimiento: quiero decirte, Pancho, gracias por tu amistad.

Pablo Oyarzun R.

21 de septiembre de 2011