Palabras del Prof. Francisco Brugnoli en la ceremonia Rector Juvenal Hernández Jaque 2011

Palabras del Prof. Francisco Brugnoli en la ceremonia Rector JHJ

Sr. Rector, Sra. Prorrectora, autoridades universitarias, miembros del jurado, colegas, familiares, amigos:

Con sorpresa sincera  he recibido la carta del Sr. Rector sobre esta noticia que me sobrepasa y que hoy se objetiva de manera tan grata al recibir la Medalla Rector Juvenal Hernández y sobre cuyo fundamento, mi estimado amigo, el profesor Pablo Oyarzún se ha afanado en justificar y en mi caso me permite dirigirme a Uds. para afirmar justamente lo contrario, esto es que en términos de suma y resta es muchísimo más lo que debo agradecer a la Universidad que lo que ella pueda hacerlo hacia mi persona.

Ingresé como estudiante de la ex Escuela de Bellas Artes en 1959,  hecho fundamental en mi vida, al permitirme confirmar una profunda vocación y  comprender el trabajo del artista en los términos de una  relación contextual, algo que muy tempranamente llamé la espacialidad de la obra, la cual no sería para mí ya más un objeto concreto, sino un proceso de vida a lo largo de toda ella y en todo su acontecer. El artista así se hace coherentemente responsable  del aporte cultural recibido, de la contribución de su trabajo en la construcción de un imaginario colectivo y  del espacio socio cultural donde este se cumple, siendo esto prioritario en un país con profundas brechas culturales como el nuestro, brechas que vinculan  mayoritariamente el producto del trabajo de arte como un bien de mercado, asequible y controlable en su comparecencia pública por  las elites poseedoras de la  riqueza material. En oposición  con lo anterior he sostenido la importancia de una obra reflexiva  no enajenable del cuerpo social, una obra destinada a la presencia pública cuyos componentes críticos y fácticos imposibilitaran este hecho, cuestión que he sostenido, gracias a la fortaleza adquirida principalmente de mi experiencia universitaria, aún en los momentos más críticos de mi existencia.

Consecuentemente también con este concepto fundamental de espacialidad, he dedicado mi vida a la Universidad, lo que en parte muy importante  he entendido primero como un natural compromiso al ser en su seno donde accedí a lo anteriormente expuesto y dado que ella se me demostrara, por su historia y su misma existencia, como la institución con más posibilidades de ser determinante de los cambios que nuestra sociedad requiere. Sus principios como el de pluralismo y gratuidad, garantizaban una rica integración que permitía a su interior alejarse de esa peligrosa torre de marfil auto satisfecha y por tanto instancia de clausura del conocimiento, a lo que contribuía, de manera muy relevante para el país, el ser depositaria de la primera institucionalidad cultural, desarrollada bajo la rectoría de quién otorga su nombre al acto que hoy día nos reúne. La Reforma de los años 60 no sería sino en gran medida la ampliación  de principios tan fundamentales como estos, proceso en el cual tuve la oportunidad de participar y donde recibí la gratificación de colaborar con su Estatuto, especialmente en el Artículo 1, donde se estableció a la institución como depositaria de la "voluntad de cambios de la nación" y donde la actividad de arte fuera reconocida a la par de la científica. Lo que se consumara con la creación de la que fuera la Comisión de Investigación Científica y Creación Artística que tuve el honor de integrar.

Si durante el extenso período que duró mi exoneración determinada por la dictadura, acometí distintos emprendimientos propios de la actividad de arte, fue gracias al impulso, de un absoluto involucramiento con mi compromiso de obra y con el acontecer del país, que me generaran estos antecedentes. Es el caso del Taller de Artes Visuales, originado a inicios de 1974 , como un proyecto destinado a proporcionar un lugar de encuentro y trabajo a los artistas universitarios en la misma condición de exonerados y que decidieran o pudieran permanecer el país, y que logrará ser reconocido como un espacio de comparecencia de las distintas agrupaciones en que se reconocieron artistas e intelectuales durante la dictadura. Este impulso  también  reconozco lo diez años más tarde con la creación de la Carrera de Artes de la actual Universidad ARCIS, así como en la docencia que tuve la fortuna de impartir en otros centros de educación superior como la Universidad Central. Pero en forma muy importante gracias a la invitación de la Asociación Cultural y Universitaria Andrés Bello, fundada por Jorge Millas y Luis Izquierdo, donde tuve oportunidad de compartir un profundo proceso reflexivo sobre la situación de una universidad cautiva y también el de imaginar  su posibilidad futura en otra circunstancia, con académicos del interior de nuestra Universidad, como Rosa Devés, Ennio Vivaldi, Patricio Cordero y Sergio Jara, amistad que posteriormente tendría otra gran significación.

En 1989 la Facultad de Arquitectura y Urbanismo me invitará como docente, permitiéndome con esto una reincorporación  a nuestra Casa de Estudios  que  progresivamente se cumplirá en 1992 en la Facultad de Artes. Reincorporación que no acepté jamás desde el reconocimiento de una condición de exoneración, calidad que me fue y me sigue siendo de absoluta ilegalidad, como lo fuera para todos los que hacen parte de esa gran mayoría  de académicos, estudiantes y funcionarios de la institución víctimas de ese inédito atropello a sus personas y antes que a nada, a la misma Universidad.

La Universidad re encontrada  me causó una profunda consternación, perdido su concepto de comunidad, fragmentada como unidad del conocimiento, deprimida en áreas fundamentales como la filosofía, ciencias sociales, artes y ciencias básicas e  incomprensiblemente abandonada por el Estado, la consecuencia de esta situación  me determinó a invitar a los amigos ya mencionados con los cuales compartiera en la asociación Cultural y Universitaria Andrés Bello a compartir ahora estas inquietudes y a preguntarnos por una posible tarea a asumir a este respecto. Antes que nos diéramos realmente cuenta este pequeño grupo se expandió y ya no pudo conservar una privacidad doméstica, por lo que aceptamos la invitación de profesores de la Facultad de Ciencias para reunirnos en la sala Herman Niemayer. Con esto nuestras reuniones  recibieron honrosamente el nombre de ese lugar.                                                                                                                            Ante lo que se presentaba como un grave estado de situación, nos preguntamos por la coherencia de nuestra institución con los grandes cambios culturales del país y su actual capacidad de  realmente asumirlos críticamente, más allá de haber sido su víctima forzada. Ante eso la pregunta subsiguiente fue aquella de una urgencia por la "universidad necesaria" a la sociedad de su pertinencia frente a la situación del conocimiento y en el mundo de su acontecer, planteándonos su contradicción frente la actual  debilitación de las fronteras entre las disciplinas y también por esto a la situación de egresados sin una visión suficiente de su entorno cultural, la que naturalmente provoca una carencia de mirada crítica. Nos encontramos con una institución ensimismada en sus unidades, dificultándose con esto ese "concierto de saberes"  fundamental para Andrés Bello. Obligadas las facultades por el abandono del Estado a una situación de autodefensa, parecían olvidar el necesario prevalecer del discurso institucional, capaz de reflexionar a la institución más allá de cada una de sus particularidades. En lo concreto actividades como la filosofía parecían ya no ser fundamentales sino sólo para sus propios estudiosos y por tanto solo responsabilidad de estos en su devenir material, negándose con este proceder el beneficio mutuo que de hecho provoca ese aspirado "concierto de saberes". La respuesta que nos pareció a esta grave situación se enmarcó en el concepto de transversalidad, representada principalmente en un organismo superior de poder: el Senado Universitario, cuya tarea fundamental sería pensar a la Universidad con el trascendente significado  que pensar a la Universidad significaba pensar a Chile, responsabilidad y desafío impuesto por la misma historia institucional y muy urgentemente por su actual situación. Las actividades Sala Niemayer, en las cuales concurrieros académicos tan destacados como Jorge Allende, Norbel Galanti, Benjamín Suarez, Francisco Martinez, Sofía Letelier, Francisco Valenzuela, Pablo Oyarzún, Gonzalo Díaz, nombrando solo algunos ejemplos y donde fue un invitado frecuente Rodrigo Roco, concluyeron con la convocatoria a un seminario académico con distintas tareas, una de ellas fue la elaboración de un Proyecto de Estatuto, el cual se entregó en el Encuentro Universitario convocado por la Comisión de Proyecto Institucional en 1997, donde sus propuestas más significativas fueran acogidas y llevadas a la Comisión Normativa Transitoria, cuya Comisión de Proyecto de Estatuto me honrara especialmente eligiéndome su presidente, constituyendo esto, junto con el gran consenso de su aprobación,   uno de los momentos más gratificantes de mi vida .

Convencido que la Facultad de Artes requería, de cada uno de sus miembros de un esfuerzo extraordinario para superar su forzada situación,  acepté sin dudar la invitación de sus autoridades, muy pronto luego de mi reincorporación, a servir en cargos de administración académica, siendo el de director del Museo de Arte Contemporáneo, donde fuera designado por el Decano Luis Merino y de hecho confirmado por sus sucesores, el que agradezco más especialmente, repartición que a pesar de los esfuerzos de su dirección anterior permanecía aún en estado de grave postración. Siendo un ente fundamental para evidenciar la presencia de la Universidad en el espacio público, ha requerido esta tarea de sacrificios que han tenido la valiosa recompensa, muy a pesar de una enorme tarea pendiente, de un reconocimiento  que le ha valido, entre otras cosas, la valorización de su relevante patrimonio, que incluye también a sus edificios vinculados profundamente a la historia de la Universidad. Hoy día recibir la medalla del rector que dio lugar a su fundación, en el contexto del más grande esfuerzo que institución alguna pudiera imaginar  para la inédita creación de la primera institucionalidad cultural para el país que ya mencionara, adquiere entonces un muy profundo significado.

Finalmente  muy sinceramente quiero destacar que convencido de la necesidad de un relevante cambio  en la dirección superior y de la presencia pública de la Universidad, apoyé la candidatura a rector  del Profesor Víctor Perez y me siento extraordinariamente orgulloso  de haber sido su primer Vicerrector de Extensión y muy gratificado  con esto por haber sido además el primer Vicerrector de Extensión de la Universidad correspondiente al período de instalación de una nueva institucionalidad de nuestra Casa de Estudios.

Tal como lo he ya afirmado, son muchas las oportunidades que la Universidad me ha otorgado de participar en momentos muy importantes de su historia de estos últimos años, una deuda que hoy día se incrementa en este acto alcanzando una dimensión difícil de sobrellavar desde mis  muy modestas capacidades.

Sin embargo no puedo poner fin a mis palabras sin además agradecer muy especialmente a todos los miembros de nuestra comunidad universitaria, académicos, funcionarios, estudiantes, por el apoyo que me han bridado en los  distintos lugares en que ha transcurrido mi vida institucional y también agradecer a mi familia, especialmente a mi compañera de varias actividades, por su apoyo y comprensión por los numerosos momentos en que mi involucramiento institucional me distrajo y distrae de una debida atención, generando en mi con esto otra gran deuda deuda muy difícil de saldar.

Pudiendo aún agradecer muchos más enriquecimientos y oportunidades los incluyo ahora todos en una reiteración de mis muchas gracias Universidad.

 

Francisco Brugnoli

21 de setiembre 2011.