Efervescencia estudiantil

Santiago, 29 de Junio de 2005

Existe una notoria efervescencia estudiantil en Chile, la cual encuentra caldo de cultivo en el ambiente político existente, en los problemas que se observan en nuestra sociedad y en la ausente formación cívica en nuestra educación. Hay un claro aprovechamiento político de las ansias juveniles y de su idealismo, que proviene de los sectores que tratan de ganar posiciones a través de la denuncia, la declarada hostilidad hacia las normas sociales y que no trepidan para ello en usar la violencia. Para estos sectores cualquier excusa es válida para promover el desacato a las instituciones y la autoridad: las dificultades del financiamiento de la educación superior, las inadecuadas condiciones en que trabajan muchos colegios, la eventual corrección de las notas de la enseñanza media. Sin duda, la acción de estos grupos también se ve auspiciada por el profundo desencanto juvenil con situaciones prevalecientes en la sociedad chilena actual: el desempleo, la falta de oportunidades, las profundas desigualdades sociales, el deterioro ambiental, el creciente materialismo y falta de solidaridad que impregna nuestro hacer social. Junto a ello, existe falta de propuesta, poco atractivo del mundo político hacia los jóvenes, desdén hacia ellos, vistos sólo como un interesante electorado potencial. Más aún, los jóvenes pobres y de clase media ven como su futuro es una gran incertidumbre, marcada por la deuda contraída para finalizar sus estudios superiores y las usualmente pobres oportunidades de empleo. Este caldo de cultivo para las expresiones estudiantiles de rechazo se ve reforzado por la ausente educación cívica en los colegios, donde no se aprende ni de democracia ni de tolerancia, y en donde se auspicia, más bien indirectamente, una realidad social que lleva a dirimir por la fuerza las diferencias, y a ejercer a través de ella la hegemonía del poder.

Es cierto: se trata de acciones llevadas a cabo por grupos minoritarios, que así aprovechan la debilidad de las organizaciones estudiantiles. El problema constituye, sin embargo, sólo la punta visible del iceberg. Esos grupos, con su accionar caótico y su falta de expresión coherente, reflejan situaciones que existen de verdad, y que poco a poco ganan terreno entre los estudiantes y los jóvenes. No es la fuerza ni la represión lo que repondrá racionalidad y sentido, sino el convencimiento verdadero entre los jóvenes, para lo cual mejorar la calidad de la educación es vital, como también reponer el diálogo cívico como parte de la rutina educacional. Chile no puede seguir dividido entre un país que marcha con normalidad y sentido de futuro, mientras que otro se apega al pasado y vive una existencia difícil.

 

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