La desolación de África

Santiago, 26 de Enero de 2005

Africa es un continente de miseria, donde prima el hambre, la desesperanza y la muerte. Rico en recursos naturales, el atraso proviene de una terrible dominación colonial y de posteriores repúblicas que no han podido darle gobernabilidad a países con grandes necesidades, enorme atraso cultural y elevada corrupción política. En la mayoría de los países priman políticas económicas retrasadas, incapaces de posibilitar un despegue económico; el peso que representa una población imposible de sustentar con los recursos existentes, constituye una carga económica y política formidable. La agricultura es de baja productividad, el sector industrial, donde existe, es ineficiente y dominado por una anticuada gestión centralizada. El endeudamiento externo, como también los generosos recursos del boom del petróleo, se orientó al gasto más que a la inversión con criterio de retorno social. La salud y la educación son simplemente incapaces de brindar un servicio real a la población, mientras que la base tributaria es exigua y el gasto es muy ineficiente y orientado en gran medida a la defensa y la seguridad. De poco han servido las miles de misiones por parte de burocracias internacionales que presentan agendas poco realistas al considerar la inexistencia de condiciones políticas para abordar acuerdos financieros de largo plazo. El resultado es un continente entero en crisis terminal, que solicita como ayuda una virtual limosna internacional para, simplemente, poder sobrevivir. Y no es esto una afirmación sensiblera: la crisis del SIDA en el Africa, por ejemplo, pone de manifiesto la virtual pena de muerte que prima sobre una gran proporción de la población, que se suma así al hambre y a múltiples epidemias. El Grupo de los 8 decidió asignar una cantidad de recursos para ayuda al Africa que es el doble de lo que se ha otorgado en el pasado. Esa buena noticia viene acompañada de la mala noticia de que posiblemente ello no sirva de mucho frente a la brutal magnitud de los problemas y a la mala gestión política que prevalece en los países africanos. Así, lo que posiblemente cabe, es una ayuda mucho más voluminosa, acompañada de una virtual intervención de los organismos internacionales en la gestión directa de los recursos hacia prioridades reales y en donde su uso adquiera más efectividad.

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