El reto de la mayor equidad

Santiago, 29 de Diciembre de 2004

El problema de distribución del ingreso que se plantea a nivel del país tiene una sola dimensión e interpretación inequívoca. Se refiere a la profunda brecha entre el ingreso a que acceden pobres y ricos, sea estos definidos como el 5,10 o 20% superior e inferior de la distribución de la población por ingresos. No existen otras interpretaciones sobre este álgido tema, cuya dimensión es innegable al estar Chile entre los países más desiguales del mundo. Así, pesar de nuestros brillantes progresos en materia económica, la distribución del ingreso, así como el desempleo, la calidad de la educación y el acceso a salud y previsión por parte de los más pobres, constituyen "la otra cara de la medalla". La situación distributiva no es lo mismo que la dimensión de la pobreza, puesto que esto último es un indicador absoluto, que depende fundamentalmente de los valores que se usen para fijar "la línea de la pobreza". La situación distributiva es un indicador relativo, pero crucial en cuanto a revelar las brechas en oportunidades que obstaculizan el avance de las personas en lo social.

En el pasado se decía que la educación era un vehículo para la movilidad social. Hay muchos hombres importantes en el país, en el ámbito público y en el privado, que dan pruebas de que su capacidad unida a la oportunidad brindada por la sociedad, constituyeron la fórmula que les permitió avanzar en la escala social y ofrecer a sus descendientes un futuro muy distinto al que habrían tenido acceso sin la oportunidad de la educación. Por eso hoy día, cuando se observa una brecha social creciente y el mundo de las oportunidades para los pobres y la clase media es enormemente restringido, hay que volver los ojos hacia la educación. Por un lado, ampliando la cobertura de la educación prebásica y media, pero también incrementando una educación superior relevante al futuro productivo del país, y no sólo a la rentabilidad de las empresas proveedoras. En esto es inevitable establecer que el grado de subsidiaridad del Estado debe aumentar y mejorar en su gestión. La educación entregada al puro mercado no asegura ni calidad ni equidad, y frente a los retos distributivos que el país enfrenta resulta un despropósito de grandes dimensiones. Lo que no hemos podido cumplir como país en materia de equidad es una deuda pendiente de enorme importancia para Chile y que debemos exigir se enfrente con toda decisión.

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