Un perdón en Navidad

Santiago, 22 de Diciembre de 2004

Todos los años el mundo cristiano celebra la Navidad como un deseo de paz en la Tierra, donde primen los sentimientos de fraternidad y de amor entre las naciones y todos los seres humanos del planeta. Pero esto resulta totalmente contradictorio con lo observado día a día en nuestro mundo, como las guerras, la violencia, el terrorismo, el odio entre clases, castas y naciones, y muchas otras manifestaciones de nuestra mediocridad espiritual y de nuestras contradicciones como especie. El género humano es, a pesar de todo lo que pueda decir a su favor, un ejemplo permanente de autodestrucción, de egoísmo, de odiosidad y de una enorme arrogancia para mirar a los tiempos.

Nada parecemos haber aprendido de una ya larga historia de fracasos, de muerte, de venganzas y de recriminaciones. El mensaje del perdón, de la caridad, del amor, parecen tener solamente vigencia en los momentos festivos, en las declaraciones formales, en las fórmulas que repetimos en cada celebración religiosa. Por ello también, es la Navidad cada vez más una celebración comercial, que enfatiza el gasto y la celebración, escondiendo tras de ello nuestra incapacidad para entender en su forma profunda el mensaje de Jesús.

Nuestro país ha estado dominado por al menos cuatro décadas por el desencanto, el enfrentamiento, la odiosidad, el peso de la arrogancia y la falta de una mirada constructiva hacia la historia. En estos días en que se nos ha puesto frente a hechos ocurridos y que nos horrorizan, es importante que exista a nivel nacional una reflexión profunda. Que la misma lleve a que todos asuman sus responsabilidades respecto de lo que ocurrió, para así dejarle al futuro, a nuestros hijos y nietos, un profundo legado educativo sobre nuestras fallas y sobre los espantosos resultados que con ello propiciamos.

En eso podríamos hacer una excepción respecto al mundo: convirtamos a esta Navidad en una instancia para expresar nuestras reflexiones, expiar nuestras culpas y ratificar nuestro compromiso de no volver a inundar de violencia a nuestra sociedad. Hagamos de estas fiestas una oportunidad para que se reencuentre Chile, no en base a declaraciones formales y posibles de olvidar en pocos días, sino de una manera profunda, convencida, que nos incluya a todos los que tenemos algo por lo que debemos pedir perdón ante la historia patria. Todos podemos ayudar a que esta Navidad sea distinta: démosle el mejor regalo a nuestros hijos en la forma de un país reconciliado, cuyo futuro sea siempre mejor.

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