Exportaciones

Santiago, 15 de Diciembre de 2004

El desarrollo exportador cobra hoy en día una connotación que va mucho más allá de las cifras y de los planes estratégicos de los países y las industrias. El crecimiento del comercio internacional ha sido sorprendente en las últimas dos décadas, contraponiendo el más libre intercambio con los años de la guerra fría y la tendencia a la autarquía económica, en la mayoría de los casos insostenible. La especialización productiva basada en las ventajas comparativas produce una mejor asignación de recursos a nivel global, y el crecimiento, el comercio pone así de relieve los efectos por el lado de la demanda. Hoy en día estas cosas saben menos a teoría económica puesto que se reflejan en la vida cotidiana de las personas, tanto por el lado de los beneficios de un consumo diversificado como por el lado de los costos que envuelve la transformación del aparato productivo.

Una de las preocupaciones que subsiste en nuestro país se refiere a la capacidad de sostener esta estrategia exportadora cuando la misma se basa intensamente en la explotación de los recursos naturales y la disponibilidad de mano de obra internacionalmente barata. Se ha insistido suficiente sobre las necesidades de un desarrollo exportador basado en industria liviana, que cree nuevas ventajas incorporando mayor valor agregado a la producción. Las políticas que eso requiere van mucho más allá de las propiamente comerciales, y precisan mirar hacia el futuro con la misma decisión con que lo hizo Corea hace ya varias décadas, y como siguen haciéndolo otras economías asiáticas transformando sociedades agrícolas en potencias industriales.

Surgen, sin embargo, atisbos estimulantes en esta última materia. En las calles de Bombay, India, se venden chocolates chilenos que la gente parece apreciar. Asimismo, hay una marca de vino chileno que se expende comercialmente con bastante éxito. Y deben haber muchos más ejemplos que también se acostumbra a comprobar en muchos otros países, en donde la presencia exportadora chilena va más allá de las exportaciones más tradicionales. Se trata de un fenómeno que debe cambiar de escala cuantitativa para proyectarlo significativamente; pero parece estar allí, desarrollándose, como una semilla capaz de revelar nuestro futuro posible. Las políticas que se precisen para consolidar este proceso han de ser todas necesarias y bienvenidas, y el país debe exigirlas perentoriamente.

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