Los distintos orígenes del estado

Santiago, 03 de Noviembre de 2004

El sentido clientelista del Estado latinoamericano tiene largas raíces que se adentran en nuestro pasado colonial. Fue la conquista y colonización de nuestros territorios por parte de España una acción estatal, en donde el propósito era uno de estado (cristianizar a los nativos) y los instrumentos eran asignaciones (encomiendas) que se daban a los elegidos por la propia Corona (encomenderos). Asimismo se asignaban cargos públicos y monopolios comerciales, todo ello en la lógica de la colonia y del control político y económico real. Se introducía así una noción de estado clientelista, por una parte, ya que de los favores otorgados vivía el sistema y así prácticamente funcionaba la sociedad colonial. Era también un Estado paternalista, ya que se suponía que el estado (la Corona) proveería siempre por las necesidades del conjunto y de cada uno, por medio de instrumentos de asignación y gasto de los recursos. Así se originó un sistema estatal que no cambió sustantivamente con las nuevas Repúblicas.

Distinta fue la colonización de Norteamérica. Fue ella el producto de inmigrantes que dieron rienda suelta a sus impulsos empresarios y sin un estado que supervigilara por sus éxitos o fracasos. Los colonizadores tuvieron incentivos para emprender bajo riesgo, y estuvieron dominados por un espíritu de tolerancia y libertad. En ellos cundió la lógica de que el buen esfuerzo tiene un premio, y que no debe existir un castigo a priori para las iniciativas; aprendieron también que lo privado no tiene porque ser opuesto al interés público, y que para eso basta con un Estado que regule adecuadamente y reasigne recursos, sin tener que emplear los mismos para pagar favores o financiar un aparato estatal lejano y muy a menudo ausente. Latinoamérica debe recuperar un Estado efectivo. Esto, en cuanto a constituir obligaciones sociales o relativas al conjunto para garantizar una distribución del producto que favorezca el desarrollo, la inversión y la integridad social. No en cuanto a constituir un botín de guerra para distribuir cargos, favores y crear una maraña procedimental que ahogue a la iniciativa privada. Un Estado no clientalista ni paternalista; sino un Estado solidario, efectivo, eficiente y capaz de redistribuir recursos en medida de los éxitos, e incentivar la iniciativa que pueda crear más recursos. Un Estado moderno, capaz de permitir a la sociedad una mirada más al futuro que al pasado.

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