Políticas anti-desempleo

Santiago, 11 de Agosto de 2004

El nivel de desempleo se mantiene como el problema económico de mayor importancia, afectando negativamente el avance en materia social y distributiva. Las cifras que se han dado a conocer recientemente reafirman el estancamiento producido, a pesar de la recuperación en lo que concierne al crecimiento productivo. Para explicar el bajo impacto del crecimiento económico en el empleo, algunos enfatizan las rigideces del mercado laboral. Otros se refieren, más bien, al efecto de tecnologías y procesos cada vez más intensivos en capital, que desplazan trabajo y hacen menos elástica la respuesta de la ocupación al crecimiento. También están quienes ponen de relieve la composición sectorial del crecimiento, y la escasa flexibilidad de la fuerza de trabajo para transitar entre ámbitos productivos y responder a los requerimientos de competencias laborales por parte de nuevos sectores en expansión. Hay un surtido de explicaciones, pero el hecho de fondo es que, a diferencia de lo ocurrido hace más de una década, el empleo se mueve lentamente y con ello se posponen el mejoramiento en aspectos sociales sustantivos.

Quizás resida la baja respuesta de política económica al pensar que la alta desocupación se ha de resolver "automáticamente", contándose para ello con una satisfactoria expansión productiva. Contrariamente a estas confianzas, el desempleo se mantiene en niveles preocupantes. Ha fallado el diagnóstico para indicar cuáles son las medidas que podrían enfrentar el problema proactivamente y con cierto éxito. Pero ha fallado también la voluntad de actuar decididamente frente a un mal nacional. La alta duración del desempleo, la alta expansión del subempleo y del empleo informal, y la escasa inversión en movilidad laboral, son otros elementos cruciales de un problema que se mantiene en estado de espera, creando con ello un factor estructural que ahonda la brecha distributiva y avanza inevitablemente en la generación de un grave quiebre social.