Circunstancias apremiantes

Santiago, 21 de Julio de 2004

Chile se ha visto permanentemente estremecido por acusaciones y escándalos que representan fuerte degradación. Los medios difunden estas noticias cumpliendo con su misión informativa y esclarecedora, pero también inducen mayor especulación sobre situaciones que mueven a vergüenza. No cabe duda que los hechos que hemos conocido no son nuevos en nuestro medio, y que posiblemente situaciones similares se escondieron "bajo la alfombra" en otros períodos y circunstancias. Por ello es conveniente saber la verdad, y ponerla como ejemplo para que tales situaciones no se repliquen. Pero también debe cuidarse de esgrimir acusaciones y condenas públicas sobre las personas cuando ello no ha sido aún plenamente considerado por la justicia. Existe una práctica que lleva a la exposición pública, y prácticamente al ajusticiamiento, a personas que son mencionadas o interrogadas, sin siquiera esperar el juicio debido, ni considerar el daño causado a personas y familias. La búsqueda de la verdad no debe contraponerse con la objetividad y la información responsable.

El efecto más lamentable de toda esta oleada de basura, que confunde con creciente desazón a nuestra ciudadanía, es el desprestigio de la llamada clase política. Si se observa con cuidado, no resulta exento ningún sector político relevante, ya que integrantes de los mismos son mencionados ora en casos de corrupción, ora en aquellos de delitos sexuales, y declarados públicamente culpables sin mediar la debida investigación. El resultado, es una creciente decepción de la ciudadanía y de los jóvenes frente a quienes se plantean para dirigir nuestros destinos como sociedad. Junto a la ya inexcusable farandulización de la política, la inexistencia de propuesta y debate, la existencia de severos problemas sociales y distributivos, la postergación de demandas y aspiraciones de muchos grupos, existe ahora también esta pesada carga representada en denuncios y escándalos. ¿Cómo podemos suponer que los jóvenes se han de comprometer a participar cívicamente en estas circunstancias? ¿Cómo podemos creer que disminuya el porcentaje de abtención y de rechazo en los procesos electorales que se avecinan? Parece importante que se medite sobre este problema, que nos entristece como sociedad y que vaticina una situación aún más difícil en el futuro. Ojalá que un cambio profundo en educación pueda promover una formación valórica fuerte y grande que nos reconstruya como sociedad.

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