Universidades Estatales

Santiago, 30 de Junio de 2004

Una pregunta fundamental que surge en los días actuales en el mundo, y también ciertamente en nuestro país, se refiere al rol que cumplen las universidades estatales. En la experiencia mundial, existen dos razones que justifican no sólo la existencia de estas entidades sino también el compromiso que el Estado cumple por su intermedio. En primer lugar, tienen ellas el rol -como en general debiera serlo del sistema educativo público- de constituir el estándar de calidad para el sistema, propiciando así el Estado la señal transparente de lo que busca en términos del hacer educativo. En segundo lugar, las universidades estatales debiesen ser el medio que el Estado promueva para vincular la investigación con la empresa y los problemas del medio, especialmente para propiciar la transferencia tecnológica y favorecer el cambio de actitud hacia el emprendimiento. Estos dos roles requieren universidades estatales de primer nivel, que cuenten con adecuado respaldo financiero independientemente de la competencia que debe primar en el sistema para favorecer los buenos proyectos. Ambos roles son consistentes con una labor descentralizada y efectiva del Estado en pos de favorecer la calidad en la formación y en la generación y transmisión del nuevo conocimiento.

Distinta situación la que se vive en nuestro país. Las universidades estatales son incentivadas a desarrollar cualquier actividad que les provea financiamiento, y no son vistas como instrumentos estratégicos del Estado. Son ellas financiadas de modo marginal por el Estado, y por ello mismo no existen ni políticas ni diálogo que comprometa su hacer en una perspectiva de desarrollo. Las universidades estatales compiten por recursos y por estudiantes, sin tener ninguna ventaja o papel especial que deban reportar a su propietario. Se ha llegado a la curiosa situación de constituirse ellas en entidades sin dueño reconocido que establezca lineamientos y políticas, radicando las decisiones sólo en el ánimo de sus directivos y comunidades, y no necesariamente valorizando el enorme capital depositado por la sociedad en ellas. Vistas por muchos como relictos del pasado, ni siquiera cumplen con la tarea de proveer mejores oportunidades a los jóvenes capaces que llegan a sus aulas. Dentro del llamado "surrealismo chileno" la situación de estas corporaciones adquiere un perfil propio y connotado, que ha llegado la hora de atender.

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