Héctor Osorio

Santiago, 26 de Mayo de 2004

Fue un profesor de Estado en todo el significado del concepto. Formado en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, nunca dejó de sentir a diario la pertenencia a aquel grupo de ilustres iniciados formados en la vieja casona de Macul. Repetía hasta el cansancio lo importante que era el volver a las viejas y queridas tradiciones, especialmente aquellas relativas a desarrollar una educación de calidad para los pobres y la clase media y en la cual los profesores rescataran el reconocimiento que les brindaba la sociedad. Como tantos otros, Héctor Osorio elevaba su voz para que existiese mayor igualdad en el acceso a la educación de calidad, una escuela en la que se había formado desde muy joven y a la que murió perteneciendo con profundo convencimiento. Sufrió mucho con los avatares que rodearon a la intervención en la Universidad de Chile, y la virtual disolución y segregación de las disciplinas sociales, contingente en cuyo culto él militaba desde joven. Con el retorno de la democracia, su espíritu se iluminó nuevamente, y desde la Facultad de Ciencias Sociales participó de un constante caminar en defensa de la educación pública y de una universidad nacional por esencia y laica por definición. Junto a muchos otros abogó por rescatar el cultivo de las ciencias sociales como parte fundamental del hacer universitario, y prodigó luchas sin cuartel por reponer el rol de la Universidad de Chile en el país. Su voz gruesa y respetada, participó más de alguna vez en reuniones en las que se discutía acerca de universidad y nunca dejó que quedarse tras ellas para desarrollar su principal ventaja comparativa: el diálogo personal, la defensa de sus convicciones, el cultivo de la más pura amistad.

Héctor Osorio fue siempre el amigo cuya palabra era necesaria en los momentos difíciles, cuando nunca ha de claudicar el cariño y el sentido solidario. Repetía que ese debía ser el espíritu con que enseñáramos a nuestros alumnos, para así ir generando una sociedad de bien. Desde la Radio de la Universidad había realizado últimamente una labor de extensión, puesto que allí sentía podía manifestar mejor sus sentimientos constructores de vida, de pensamiento, de ansias de progresar en la búsqueda de la verdad y el perfeccionamiento interior. Ahora, querido Héctor, viajas por caminos que no nos son conocidos, pero sabemos que está allí esperándonos, con un cigarrillo en la mano, para poder aunar la marcha en el momento sublime. ¡Suerte siempre, y gracias por todo¡

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