La triste historia de Rufino

Santiago, 10 de Marzo de 2004

Rufino González es un típico miembro de nuestra clase media. Profesor de Estado, Jefe de la UTP de un Liceo en Temuco, tiene 25 años de servicio y percibe unos bien ganados seiscientos mil pesos mensuales. Su señora colabora con unos cien mil pesos producto de la venta de artesanías y productos de la jardinería que ella cultiva. De sus cuatro hijos, una estudia aún en el Liceo Municipal, otros dos en la educación superior, y Juan, el último, ha quedado aceptado en la Universidad Don Rufino paga un dividendo de ciento diez mil pesos, y sus dos actuales hijos estudiando en un ITP, le demandan otros doscientos veinte mil pesos por mes. A pesar de su modesto pasar, alimentación, vestuario, servicios y apoyo a los estudios de sus hijos, le implican otros trescientos mil pesos por meses, además de los cuidados que debe proporcionar a su vieja madre lisiada. El problema es que ahora Juanito demandará unos ciento treinta mil pesos por concepto de arancel, más los gastos elevados que implica su ambición de ser arquitecto. El drama de Rufino es que no puede pagar los estudios de su tercer hijo, lo cual se hará aún más difícil cuando la cuarta y última egrese de la enseñanza media y aspire a ir a la Universidad. Alguien debería decirle que no puede darle esa oportunidad a todos sus hijos, alguien debería comunicarle que debe restringir el gasto en estudios superiores; alguien debería decirle a Rufino que su sueño de ver a sus cuatro hijos profesionales, es una quimera insostenible.

Por el contrario, Rufino ha escuchado que todos tienen derecho a la educación superior, y que esos estudios garantizan un ingreso sustantivamente mayor que aquél vinculado a la pura enseñanza media. El aspira a que sus hijos sean más que él, y por ello espera que el Estado les ayude a dar el salto social. No sabe Rufino que, de acuerdo a la línea de pobreza aceptada por los operadores, su hijo Juan no es elegible para crédito universitario. No sabe tampoco que, por ser miembro de la clase media, es concebido como un privilegiado con alto ingreso familiar per cápita, que tiene que pagar por la educación de sus cuatro hijos. No sabe, tampoco, que este sistema de financiamiento tan injusto y sesgado, no ha sido corregido en forma sustantiva. En realidad no sabe que el mundo de las oportunidades de que escucha a cada minuto en los discursos, se choca estruendosamente con el mundo de las realidades que le toca vivir. Cuántos Rufinos sufren en estos días el amargo sabor de la realidad

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