Una Crisis Profunda y Extensa

09 de Septiembre de 1998

Las proyecciones del Banco Central han puesto una significativa nota de realismo en cuanto a la situación de la economía chilena. Parece ser que en un comienzo los efectos de la crisis fueron subestimados en forma mas o menos generalizada. Hoy día tenemos que aceptar que incluso no parece haberse aún alcanzado la etapa más crítica, y que las secuelas estarán presentes durante un tiempo significativo. A una etapa de confusión en las economías industriales se suma la de los propios organismos internacionales, que no han hecho sino efectuar recomendaciones de tipo muy general sin intentar ningún tipo de medidas a nivel global. En realidad la crisis surgió frente a su propia falta de diligencia para prever las consecuencias de un sector financiero asiático desregulado y falto de condiciones de estabilidad de largo plazo. La cuestión de fondo es que son ahora las economías del tercer mundo las que deben retroceder en sus ya costosos intentos de reformas estructurales, para hacer frente a una situación que afectará el curso futuro de un modo que aún no se determina con precisión.

El crecimiento económico proyectado para Chile en 1999 por parte del Banco Central, se encuentra en su rango superior, considerando las expectativas sobre variables claves como el precio del cobre y de otros productos claves, como los propios niveles de actividad en los países industriales y asiáticos. Con ello se puede esperar que ocurra un crecimiento del empleo de alrededor de 2 por ciento, en circunstancias que la fuerza laboral se expandirá a más de un 3 por ciento. Sumado ello al mayor efecto de la crisis en ciertos sectores intensivos en mano de obra, producirá un desempleo relativamente significativo, que puede crecer aún más si existe un crecimiento salarial muy por sobre la tasa de inflación. Es indudable que esta situación generará mayores presiones sobre el gasto social, en circunstancias que el sector público se encuentra en un proceso de ajuste determinado por la situación de los ingresos del cobre. Prevalece, por tanto, una situación peligrosa, ya que mayores desequilibrios, y sus posibles manifestaciones en el marco de un período eleccionario, desatará negativas consecuencias en términos de inversión y del potencial de crecimiento futuro. Por ello es consecuente que el Banco persiga una meta de inflación realista, para no tener que ahondar más el efecto de la crisis externa por medio de restricciones al gasto, ya que éste se moderará también como resultado de la caída del ingreso disponible. Una crisis profunda y duradera debe alertarnos para pensar con realismo las posibilidades de mantener estabilidad económica y social, a la vez que estimulan nuestro potencial de crecimiento de largo plazo.

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