Una criticada "insistencia"

Santiago, 8 de Mayo de 2003.

Un reciente editorial de este diario señala que una de las críticas recurrentes que se le hacen a la Universidad de Chile es no procurar su autofinanciamiento y el haber insistido en mantener e, incluso, aumentar su dependencia financiera del Estado.

Una nueva respuesta basada en su misión, sus valores o sus logros pareciera inconducente. Por eso quiero dar dos ejemplos simples, que conozco bien, y de los cuales se desprenden con claridad temas no resueltos en materia de educación superior pública que subyacen a esa insistencia.

El año 1922, el gobierno de Chile financió la construcción del edificio de la Escuela de Ingeniería de la U. de Chile (en Av. Beauchef), de 12.000 m2, en el barrio más elegante y caro del Santiago de la época. Pero el terremoto de 1985 dejó completamente inutilizado este edificio. Sólo a partir de 1992 y gracias a que la Facultad ganó un proyecto Fondef y otro de Fundación Andes, se logró financiar un tercio de la reconstrucción y habilitación del edificio Escuela. El resto fue financiado con recursos propios de la Facultad. Esto significó posponer proyectos académicos de relevancia y no es claro el tiempo que tomará revertir los costos académicos que ello ha significado. Pero de no haberlo hecho, todavía veríamos el edificio en ruinas.

Sin embargo, el mundo corre a otras velocidades y el país demanda de sus académicos de calidad, preocupaciones distintas a tener que generar recursos para (re)construir la infraestructura universitaria estatal. Es que hoy en día, la inversión de mediano y largo plazo en las universidades públicas debe costearse con recursos propios, en circunstancias que el disminuido aporte fiscal y los ingresos por aranceles apenas alcanzan para mantener los gastos de operación.

Segundo ejemplo. En un ranking publicado el año pasado, la carrera de Ingeniería en la U aparece en primer lugar. Pero sus 3.800 estudiantes pagan aranceles anuales $500 mil menores que los de la universidad que le sigue (la PUC). Con criterios simples de economía de mercado, a calidades similares los precios de un "servicio" debieran ser similares, con lo cual Ingeniería de la U podría recaudar como mínimo unos $ 2.000 millones más cada año. Hacerlo impactaría los montos asignados al fondo de crédito solidario por parte del Estado (por lo que el Ministerio de Educación ha criticado reiteradamente cualquier medida en esta dirección), y probablemente afectaría la diversidad socioeconómica del cuerpo estudiantil (algo difícil de entender en una universidad pública). Por eso hemos sido recatados en alzar los aranceles.

Si la Facultad no dispone de esos $2.000 millones anuales adicionales, y su calidad académica es al menos similar a aquella con la cual se le compara, ¿quién subsidia esta diferencia? Hasta ahora lo han hecho principalmente los académicos con sus sueldos (mucho menores que los recibidos por sus pares de otras universidades del Consejo de Rectores, contrariando que su excelencia es reconocidamente superior), y con su riguroso pero a veces agobiante trabajo.

En un contexto económico y académico globalizado, que será cada vez más competitivo, descansar en esta especie de apostolado y en mecanismos de subsidios internos difícilmente permitirá a nuestra Facultad mantener una docencia e investigación de calidad internacional, y alcanzar, por qué no, una de clase mundial. Además que con la estrechez presupuestaria, apenas hay recursos internos para ayudar a los estudiantes pobres a sufragar sus gastos de alimentación, movilización y material de estudio -que nada tienen que ver con los aranceles- lo que los pone en desventaja en carreras muy exigentes que no dejan tiempo para trabajar y estudiar a la vez.

Estos dos ejemplos locales, llevados a nivel institucional, reflejan algunas de las indefiniciones políticas que afectan la consolidación de la Universidad de Chile como universidad pública de excelencia internacional, y el acceso y permanencia en ella de los alumnos más talentosos de la enseñanza media provenientes de los sectores modestos de la población. A pesar de estas indefiniciones y en la medida de sus posibilidades, cada unidad académica de la U hace sus mejores esfuerzos, existiendo amplio consenso en que ella sigue siendo la de mayor prestigio del país. Lamentablemente, en un ambiente como el descrito, estos logros no son sustentables a mediano plazo. Por lo que seguiremos con nuestra criticada "insistencia".

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