Lorena Rodríguez Osiac, directora de la Escuela de Salud Pública

“La forma de trabajo que tiene Saberes Docentes no es lo habitual. Lo más convencional es que las clase sean como una especie de receta de cocina. La modalidad que tiene el Centro es la reflexión”

Entrevista a la directora de la Escuela de Salud Pública

Ya son más de tres años que el Centro de Estudios Saberes Docentes de la Facultad de Filosofía y Humanidades y la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina, ambos de la Universidad de Chile, trabajan en conjunto.

El proceso, liderado por Pablo González, Coordinador de Redes Educativas del Centro, ha permitido que el equipo de la Escuela reflexione en torno a la docencia universitaria, la pertinencia de sus programas y las competencias sello necesarias para su ciclo de posgrado.

Lorena Rodríguez Osiac, quien asumió como directora a fines del año pasado, ha participado durante todo el proceso de desarrollo de esta iniciativa, la que nace desde la propia Escuela y que ha sido guiada por el Centro a través de diferentes acciones formativas.

¿Me podrías contar un poco sobre la Escuela de Salud Pública?, ¿Cuál es su rol dentro de la Universidad de Chile?

Mantuvimos el nombre de “escuela” por un valor histórico, pero nosotros tenemos un rol de Instituto de Facultad al interior de la Universidad. Nuestra misión es generar, dentro de la actividad académica; investigación, docencia y extensión con fines de contribuir a mejorar la salud pública. Nos dedicamos a una serie de líneas que están expresadas en nuestros ocho programas de pregrado y posgrado. Somos alrededor de 100 personas entre académicos, profesionales y técnicos.

Es justamente en esa labor de docencia que llega Saberes Docentes, ¿Cuándo parte este trabajo colaborativo?

Todo parte en 2021, bajo la dirección de la profesora Verónica Iglesias. Se realizó un diagnóstico respecto a necesidades en docencia de posgrado. En esa evaluación que se hizo con Saberes Docentes, se llegó a la conclusión de que se necesitaba actualización tanto de las metodologías como en la esencia de los programas.

En el segundo año se dijo, “bueno, queremos dar un paso más allá de eso” y nos enfocamos en el magíster de Salud Pública, que es el más grande que ofrece la Escuela, y en cómo podíamos actualizar su propuesta. En ese segundo curso que dictó el Centro se hicieron un conjunto de recomendaciones y se establecieron 5 competencias sellos que, si bien habían sido formuladas para este programa en concreto, podían ser atribuibles a todo el posgrado. Ese fue un proceso bien reflexivo, que comenzó con los participantes de esa acción, pero que se extendió a un claustro y terminó por convertirse en las competencias de todo posgrado.

Ya en 2023, se buscó cómo estás competencias sello se podían bajar al posgrado, pero también como podíamos sistematizar y publicar esa experiencia. Pablo lo que hizo fue una observación de algunas clases del magíster y revisión de los programas de esos cursos para hacer una propuesta más concreta. 

En general, la docencia universitaria no se ve muy motivada a reformular sus principios, ¿Qué motiva a la Escuela de Salud Pública a ser una revisión de sus programas y proponerse un cambio?

Como en todas las cosas, las motivaciones son de seres humanos. No hay una motivación que surja de otra parte. La principal líder en esto fue Verónica Iglesias, directora de la Escuela en 2021. Diría que el impulso lo tuvo ella y lo continuamos Marinella Mazzei, hoy subdirectora de la Escuela, y yo. Paulina Pino, actual coordinadora del magíster de Salud Pública, también fue muy parte de este proceso.

No nos motiva que hayamos tenido una baja de inscripción ni que los alumnos se hayan quejado. Es una motivación personal, más que una tensión con nuestros estudiantes o docentes, de mejorar que parte de estas 4 mujeres y que encontró oído en varios de nuestro equipo.

Me imagino que no todos están de acuerdo con el nuevo enfoque, ¿Cómo han resuelto aquello?

Conversando, evidentemente, pero también con evidencia. Ahí la importancia del Centro Saberes Docentes con su experticia. De todas formas, creo que hay más aliados que enemigos en esta cruzada. En el comité académico del magíster hubo bastante resistencia, sin embargo las voces a favor fueron más.

Y esto es normal, nos cuesta imaginarnos en la práctica cómo mejorar el quehacer docente. Hay inexperiencia también, ahí me incluyo, en cómo esto realmente se aterriza. Una cosa es que este en el papel y otra cosa es que se ponga en práctica sesión a sesión.

Es una realidad que no todos los académicos y académicas tenemos las mismas competencias. No obstante, una observación importante que se nos hace es que ningún curso o docente por sí mismo va a desarrollar todo, sino que es un trabajo colaborativo a través del ciclo de posgrado el que terminará por desarrollar lo que nos proponemos.

¿Qué te ha parecido la labor del Centro durante este proceso?

La forma de trabajo que tiene Saberes Docentes no es lo habitual. Lo más convencional es que a uno le hagan una clase con una especie de receta de cocina que se implementa paso a paso. La modalidad que tiene el Centro es la reflexión y a través de ello esbozar poco a poco las conclusiones.

En mi experiencia personal, después de cada sesión me pregunto, “¿Qué aprendí? Y no lo tengo tan claro, pero me doy cuenta como he ido cambiando en mi forma de hacer la docencia. Y lo vivo cuando estoy haciendo clases y digo “aquí hay una oportunidad de pensamiento crítico, de mostrar experiencias en liderazgo, etc.”. Me ha pasado que es un proceso de internalización de nuevo conocimiento que no es habitual. La metodología hace que lo hagamos propio y, por lo tanto, fluya en nuestro quehacer.