Contexto

El concepto de calidad de vida está siendo incorporado en forma creciente en la formulación de políticas públicas para diversos grupos sociales. Asimismo, resulta fundamental hoy que las comunidades investigadoras y clínicas puedan contar con un diagnóstico de adolescencia normal para potenciar un trabajo más pertinente en promoción, prevención, rehabilitación en salud.

Hoy, hay amplia coincidencia en que los principales problemas asociados a la juventud son, con distintos matices según el país, las desventajas socio-económicas (marginalidad), conductas de riesgo, embarazos no esperados, aborto inducido, enfermedades de transmisión sexual, sida, tabaquismo, consumo de alcohol y drogas, accidentes, alteraciones nutricionales y de la alimentación, problemas emocionales y suicidio, discapacidad física y mental, accidentes y enfermedades ocupacionales y retraso escolar. Todos estos problemas se contextualizan dentro de la esfera de la calidad de vida como concepto evaluativo, es decir, del ajuste entre los estándares de vida saludable y la vida real de los jóvenes.

Obviamente, cuando hablamos de calidad de vida no nos referimos al concepto de "buena vida" que practican los adolescentes riesgosos. El concepto de "pasarlo bien" con que manejan su tiempo libre nuestros adolescentes dista de ajustarse a las condiciones de vida saludable que constituyen el concepto normativo de "buena calidad de vida". Sin embargo, calidad de vida es un constructo evaluativo y por lo tanto sus referentes reales cubren todo el espectro desde "pésima calidad de vida" hasta "excelente calidad de vida". En esta característica medicional radica su valor heurístico.

La pautas nutricionales riesgosas también son parte de "pasarlo bien" en nuestra cultura juvenil. La publicidad ofrece una oferta ilimitada de productos ricos en grasas y azúcares, que son consumidos por una población de escolares de hábitos sedentarios, donde las horas de inactividad física (tiempo dedicado al sueño, TV, estudio, transporte motorizado hacia y desde los establecimientos educacionales, etc) predominan ampliamente sobre las horas de actividad física". A esto es necesario agregar la falta de infraestructura para la realización de deportes tanto a nivel de establecimientos educacionales como de locales comunales.

En Chile la prevalencia de obesidad en escolares entre 6 y 16 años ha aumentado de 5 por ciento al 25 por ciento en los varones, y del 10 al 27 por ciento en las mujeres, entre 1986 y 1997. USA y Japón tienen cifras de obesidad muy similar a las nuestras, solo que ellos han recorrido el mismo camino en un mayor número de años (Chile 10 años, USA, 30 y Japón, 20). En países como el nuestro, donde ha existido una explosión del desarrollo económico, se observa la misma tendencia en obesidad.

No podemos olvidar que la mayoría de nuestros adolescentes cursan vidas normales. Probablemente como producto de las múltiples habilidades de protección que ejercen nuestras familias. Sin embargo, llevar una vida normal no es sinónimo necesariamente de buena calidad de vida. Dentro de la nueva normalidad de vida de los jóvenes está el hecho de que el 68,8% de los menores entre 13 y 17 años reconoce llegar a ver televisión después del colegio, según nu estudio del Consejo Nacional de Televisión. De ellos, un 88% admite ver televisión en familia y un 56% reconoce hablar de temas complejos gracias a los programas emitidos por la televisión.

Sin embargo, a la hora de opinar sobre la imagen de ellos que se muestra en la pantalla, un 40% piensa que se entrega una visión distorsionada y estereotipada de la juventud.

Otro de los aspectos que revela el estudio del CNTV, es la importancia que los menores les dan a la familia, ya que el 76% de los encuestados dice que ésta es más importante que los amigos, así como el valor que otorgan a la comunicación entre padres e hijos. En tanto, en el plano de la sexualidad, una parte importante de los adolescentes ya ha tenido alguna aproximación física: el 45% ha experimentado besos y caricias, el 23% ha tenido encuentros con un poco más de intimidad física mientras que el 14% ya ha experimentado relaciones sexuales completas. No obstante, sólo un 16% declara haber usado algún tipo de anticonceptivo.

En este contexto, el programa de investigación propuesto se articula tanto desde las necesidades de conocimiento como desde la necesidad práctica de cuidar a nuestros jóvenes en un proceso de cambios en que los antiguos esquemas de protección social han caído en crisis y hay que buscar esquemas nuevos.

 

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