Medicina y sociedad

Víctor Illanes: La historia de un hijo de Bello que recorre el mundo junto a Médicos Sin Fronteras

Víctor Illanes, un hijo de Bello en Médicos Sin Fronteras
Tras estudiar Medicina en la U. de Chile y trabajar por un par de años en el HCUCH, el Dr. Víctor Illanes se unió a Médicos Sin Fronteras.
Tras estudiar Medicina en la U. de Chile y trabajar por un par de años en el HCUCH, el Dr. Víctor Illanes se unió a Médicos Sin Fronteras.
MSF es una organización de acción médico-humanitaria que asiste a personas amenazadas por conflictos armados, violencia, epidemias, desastres naturales y exclusión de la atención.
MSF es una organización de acción médico-humanitaria que asiste a personas amenazadas por conflictos armados, violencia, epidemias, desastres naturales y exclusión de la atención.
Según Illanes, la experiencia en MSF "abre las perspectivas para conocer cómo funcionan las cosas más allá de nuestro día a día detrás de la cordillera".
Según Illanes, la experiencia en MSF "abre las perspectivas para conocer cómo funcionan las cosas más allá de nuestro día a día detrás de la cordillera".

Estudió Medicina en la Universidad de Chile e hizo la beca de Medicina Interna en el Hospital Clínico de la U. de Chile (HCUCH), completando su formación el 2006. Ahí se quedó trabajando en la Unidad de Pacientes Críticos hasta 2008. Ese año la carrera de Víctor Illanes dio un giro: se unió a Médicos Sin Fronteras (MSF).

En un principio, dice Illanes, la decisión de unirse a la organización internacional de acción médico-humanitaria, "fue más que nada curiosidad". Conocía a alguna gente que había trabajado en MSF, entre ellos un colega del Hospital que le había comentado algo sobre su experiencia en la organización. "Y fue así como se toman algunas decisiones…había terminado la carrera, me pareció que era un buen momento", comenta el profesional.

Le dieron entonces el pase a su primer destino: Zimbabue. "Era más que nada probar y ver. No tenía muy claro cómo era, si me iba a gustar, si iba a poder seguir en eso. Sabía que la primera misión tenía un plazo comprometido, que era por lo menos un año. Hice un año y medio", cuenta el médico quien hoy, a casi diez años de esa experiencia, trabaja en la sede de MSF en Barcelona, España. 

¿Y cómo te fue? ¿Qué encontraste en tu primera salida a terreno?

Estuve trabajando en VIH. Durante la década del 2000 se intentó en los sitios de más alta prevalencia de VIH poner a la gente en tratamiento. Era una emergencia de proporciones y lo sigue siendo, pero se ha podido ampliar el tratamiento a más gente. Entonces este era un proyecto en la segunda ciudad más grande de Zimbabue, Bulawayo, y estábamos en una clínica que sólo veía los pacientes con VIH. Iniciábamos los tratamientos, seguíamos a los que tenían tratamientos ya iniciados, veíamos las complicaciones. Ahí principalmente era trabajo de consulta, de ver pacientes todo el día. Y la otra parte era la coordinación del trabajo, planear los proyectos futuros y administrarlos, repensar los estudios, etc.

Y luego volviste al Hospital...

Sí, volví el 2009 y estuve tres años más en el Hospital, en la Unidad de Pacientes Críticos y después en el Servicio de Urgencia, y seguí ligado a Médicos Sin Fronteras. Me casé y tuve hijos, así que cuando ya tuve algo más de independencia empecé a salir a terreno a misiones cortas en emergencias: cólera, ébola, escenarios de guerra. Y luego de eso, ahora hace un año y medio obtuve una plaza en la sede de Médicos Sin Fronteras en Barcelona, en el Departamento Médico.

¿Qué te motivó a seguir vinculado a la organización?

Son varias cosas. En general la forma de trabajo me gustó, aprendí mucho sobre el poder gestionar un proyecto con objetivos bien claros y tratando de definir esos mismos objetivos viendo lo que pasaba en la población real. Lo segundo es la cercanía. Poder estar en un sitio donde había muchos problemas. En 2008 Zimbabue con la hiperinflación la situación era realmente dramática y quienes trabajamos en estas organizaciones tenemos la suerte de poder estar cerca, con la gente a ahí mismo, trabajando con ellos. Eso me gustó. Hay cosas que a mí en lo personal y en lo profesional me han parecido súper desafiantes, la parte clínica fue una de ellas, aprendí un montón y me gustó mucho el manejo de las emergencias en el sentido de la salud pública. Tuvimos una epidemia de cólera durante el proyecto, y tuvimos que responder a ese tema, y eso fue súper interesante. 

Luego de Zimbabue, participaste en varias campañas cortas, haciendo frente al ébola en Nigeria, en la guerra en Yemen, entre otras ¿Cuál de estas experiencias se te ha hecho más difícil o impactante?

Yo creo que todas son distintas y uno crea vínculos emocionales con cada uno de los contextos. Pero lo que más me ha impactado por ver lo que significa, y que no me lo habría podido exactamente imaginar, fue la guerra. Los contextos de guerra son impresionantes, son una locura.

¿Qué te pasó estando allá?

Creo que me costaba entenderlo antes de estar ahí, pero es algo que de alguna manera es tan arbitrario, tan extremo y al mismo tiempo tú ves como la gente sobrevive con una cierta normalidad...Probablemente es que nuestra generación no ha tenido una guerra tan cercana y aquí que tuve la posibilidad de ver esto casi como un espectador y es impactante cómo la guerra puede destruir una sociedad. Es una de las cosas de la que he salido más asustado.

Y respecto a los riesgos, ¿cómo los maneja la organización para garantizar la seguridad de los equipos?

Los dos grandes riesgos que hay, que son las enfermedades contagiosas y la parte de seguridad, están bastante bien controlados por la organización, pero es difícil. Sabemos que estamos siempre en el límite, por eso nadie va de superhéroe y los protocolos se siguen. Yo al menos no he tenido ningún incidente de seguridad biológica ni de violencia en estos años.

¿Recomendarías esta experiencia a tus colegas?

Yo creo que sí. Hay gente que hace carrera dentro de la organización, pero incluso sin tener eso en mente, creo una experiencia como esta abre las perspectivas para conocer cómo funcionan las cosas más allá de nuestro día a día detrás de la cordillera, y eso nos hace tener una visión de lo que pasa a nivel internacional y nos puede ayudar también a ver nuestros problemas a nivel nacional, con una perspectiva distinta. 

En el área profesional para un médico puede ser súper interesante porque vas a estar expuesto a cosas que no vas a estar en Chile, por el tipo de enfermedades, y  por el tipo de contexto. Además, participar de una ONG como esta te da la posibilidad de dar un paso atrás en tu labor de clínico todo los días y ver cómo podemos realmente ayudar a la gente, porque muchas veces tiene mucho más impacto el que construye las letrinas en el campo de refugiados, que todo lo que nosotros hacemos en el hospital. Eso es invaluable porque habitualmente en los países en que las cosas funcionan uno pierde esa visión, pero acá todo se está montando de cero y tienes la posibilidad de verlo.

Y ahora en España, ¿cuál es tu labor?

Mi trabajo está más dirigido a ayudar a los que están trabajando en terreno, porque ya he ganado alguna experiencia sobre ciertos temas. Entonces, los ayudo a desarrollar los programas y cuando tienen dudas específicas. Luego voy a acompañarlos y supervisarlos durante alguno de los proyectos, pero no me quedo todo el tiempo sino que voy de un lugar a otro. Tengo menos trabajo clínico, esto es más de sentarse a pensar, estudiar, aprender y poder ayudar. Por el momento es algo que me gusta y estoy ganando un montón de experiencia y aprendiendo mucho.

Y ya tienes algún plan a futuro...

En el ciclo en que estoy tengo el puesto por tres años, y si todo anda bien, en 2019 debería volver al Hospital en Chile. Ese es el plan primero.