Doctora en sociología Emmanuelle Barozet sobre pandemia y desigualdad:

"Un 30 o 40 por ciento de los sectores que llamamos clase media está perdiendo el empleo, enfrentándose a la enfermedad y resbalando"

Entrevista a Emmanuelle Barozet sobre pandemia y desigualdad
"Nuestro sistema de protección social está muy precarizado, esperemos que después de esta crisis seamos capaces de replantearnos cómo financiarlo", señaló la profesora Barozet.
"Nuestro sistema de protección social está muy precarizado, esperemos que después de esta crisis seamos capaces de replantearnos cómo financiarlo", señaló la profesora Barozet.
El 3 de marzo se confirmó en Chile el primer caso de Covid-19. Hoy suman 86 mil los casos positivos, situación que ha generado una fuerte crisis sanitaria y una agudización de las desigualdades.
El 3 de marzo se confirmó en Chile el primer caso de Covid-19. Hoy suman 86 mil los casos positivos, situación que ha generado una fuerte crisis sanitaria y una agudización de las desigualdades.

Por cerca de 40 minutos, la profesora Emmanuelle Barozet, doctora en Sociología por l'École des Hautes Études en Sciences Sociales de Paris, Francia y Magíster en Historia y Civilización, quien cuenta con diversas investigaciones en estratificación social, clases medias y redes sociales, participó de una conversación abierta con quienes se conectaron a la transmisión de Prensa U. de Chile realizada vía Facebook Live.

"Cuando entramos a la pandemia ya veníamos con un estallido que mostraba la cantidad de descontento social frente a una serie de desigualdades. No enfrentábamos una buena situación ahora, considerando que teníamos una serie de dificultades acumuladas desde 2011 y veníamos de un 2018 con desaceleración economía. Y todo esto que está sucediendo ha sido un desafío. Nadie tiene un manual de cómo enfrentar la pandemia, ningún país lo ha hecho para aplaudir de pie, pero efectivamente Chile venía con cierta rabia hacia su elite, ciertas dificultades en el funcionamiento del sistema económico desnudadas, y hoy se desnudan nuevas desigualdades, así que está lloviendo sobre mojado", señaló la académica dando cuenta de la situación en que el país estaba cuando comenzó esta pandemia.

Tras un breve análisis de la profesora Barozet sobre la situación social que está atravesando nuestro país hoy, se dio inicio a las preguntas realizadas durante la transmisión, sintetizadas a continuación.

A diferencia de países como China, Francia y otros de los países ricos que han debido enfrentar cuarentenas extendidas, la precariedad laboral y el empleo informal han hecho que estas medidas restrictivas tengan consecuencias muy duras sobre población en Chile. Es su opinión, ¿qué situaciones quedan al desnudo con esta emergencia sanitaria y cuáles se agudizan?

Antes de la pandemia sabíamos que había mucha informalidad en el caso de Chile, es decir, las cifras están alrededor del 30 por ciento, pero no es que haya aumentado bruscamente la informalidad el último tiempo. Hay cifras del INE que mostraban una informalidad de alrededor del 27 o 28 por ciento en 2017, con una cifra un poco más alta en el caso de las mujeres. Eso significa que una buena parte de la población estaba en una situación de precariedad, más un porcentaje de la población que no está trabajando. 

En el caso de las mujeres en Chile, un 50 por ciento no está en el mercado de trabajo, y sabemos que hay otros grupos que están excluidos del mercado laboral, como la población de discapacitados.

Hoy tenemos un 15 por ciento de desempleo y sabemos que va a aumentar. Se han perdido alrededor de medio millón de empleos en la Región Metropolitana. Hay falta de solidaridad en el sistema público chileno, por lo tanto, también hay mucha dificultad en desplegar un sistema que permita proteger de buena forma a la población. Si ya había muchas dificultades que conocíamos como el acceso a la salud y a los empleos protegidos, desigualdades en el ámbito de repartición de las tareas entre el trabajo remunerado y no remunerado, entre otros temas, la pandemia ahora viene a desnudar de manera mucho más cruda todo esto, y está frente a nosotros el gran descalabro.

Las cuarentenas han demostrado ser medidas eficaces para combatir la pandemia en el mundo, sin embargo, vemos que hay muchos hogares donde simplemente no es posible quedarse en casa, porque no tienen las condiciones básicas suficientes. ¿Qué medidas de otros países se podrían aplicar en Chile para poder asegurar que la mayor cantidad de personas pueda efectivamente cumplir con la cuarentena?

La medida ideal de la cual han hablado mucho es un ingreso universal, que es un tema que está rondando a nivel internacional hace varios años, pensado quizás no tanto en un contexto de pandemia, sino en un contexto de aumento de desempleo por robotización, por guerras, por desplazamiento de poblaciones o cambio climático, que obliga a cerrar parte de la economía.

En vez de prestar servicios o dar subsidios fragmentados, el ingreso universal sería dar un ingreso a las personas que les permite no pensarse como asistidos, sino seguir haciendo una rutina, porque también hay una estigmatización y auto estigmatización. Ha habido intentos y cada vez que se ha aplicado ha habido resultados positivos y negativos. Tampoco es la gran panacea, el gran problema es cómo financiar esto.

Eso es un horizonte y quizás esta pandemia nos va a obligar a pensarlo, porque la alternativa es hambruna. En Chile tenemos hambre, y cuando pasa a ser un fenómeno social es hambruna. Yo estoy muy consciente que la medida del ingreso universal por un tiempo limitado o por más tiempo aún es bastante utópica, pero ya estamos avanzando con el ingreso de emergencia que se les va a dar a las familias chilenas, que, aunque no permite vivir es un avance.

Ha dedicado parte de su investigación a analizar y describir la denominada “clase media” chilena, un sector con el que muchas personas se identifican, pero que sólo representaría el 30 por ciento de la población. ¿Cómo se ve afectada la clase media con la pandemia y sus consecuencias económicas y sociales?

Lo interesante del tema clase media es que es un concepto que significa todo y nada. Y se ha usado profusamente en los 30 últimos años en Chile para encarnar de alguna forma la idea de progreso social: todos somos de clase media. Hasta el presidente de la república es de clase media, recordarán que antes de su primer mandato dijo sin mayor problema ni pudor que él también era de clase media.

Todos somos de clase media supuestamente, y ahí quisiera hacer alusión a un informe de Libertad y Desarrollo del año pasado, que señalaba que Chile es un país de clase media con un 70 por ciento de la población ubicada allí. Cuando tomamos mediciones de ingreso muy amplias -si definimos clase media a las familias que ganan entre 600 mil pesos y 2.5 millones de pesos, esto es más del 70 por ciento de la población- el problema es qué pasa con las familias que están alrededor de los 600 mil pesos.

Para el caso de Chile, si medimos el nivel de pobreza por persona y lo multiplicamos por cuatro, que es el promedio de una familia en Chile, la mediana de los ingresos es muy cercana a la cifra de la pobreza. Una familia pobre, de cuatro o cinco personas en Chile, se define por una familia que tiene ingresos por 400 o 500 mil pesos. Una familia de clase media, según estudios como Libertad y Desarrollo, empieza a partir de 600 mil pesos. Es decir, hay una distancia muy chica entre el umbral de pobreza y la mediana de los ingresos en Chile. Como hay muchos ingresos muy altos en Chile, tiran el promedio hacia arriba y no reflejan bien la situación que hay. Entonces, todas estas familias que están alrededor de la mediana del ingreso están muy cerca de la pobreza, y ese segmento es altamente vulnerable, y lo estaban también antes de la pandemia en caso desempleo, de enfermedad, de separación y de vejez. Tenemos un 30 por ciento de esos segmentos de clase media, que están un poco más consolidados y tenían algo de ahorro, la casa pagada o que están en un nivel ocupacional que les permite mantener ciertos ingresos protegidos ahora. Pero un 30 o 40 por ciento de los sectores que llamamos clase media está perdiendo el empleo, enfrentándose a la enfermedad y está resbalando ahora.

Hoy vemos que la economía está tremendamente afectada y el panorama se ve bastante complejo para los próximos meses, ¿qué vulnerabilidades pueden agudizarse en un contexto como el que vivimos hoy? ¿Es posible pensar que esta crisis sanitaria dejará en una situación vulnerable, o derechamente de pobreza, a parte de la clase media del país?

Yo creo hay algunos elementos a favor ahora cuando hablamos, por ejemplo, de que estamos volviendo a cifras de desempleo de los años ochenta, y es que hoy no estamos en dictadura y veníamos con movimientos sociales de gente indignada antes de esto. El gobierno está advertido, y gobierno y oposición saben que hay que actuar rápido. Ya tenemos un estallido en el cuerpo y el gobierno sabe que no podemos volver a un estallido de las dimensiones que tuvimos, porque la imagen de Chile está en juego en eso. Entonces, sabemos que estamos obligados a reaccionar frente a lo que está pasando. Ese es un elemento bueno, pero sí lo que vemos es una vuelta al hambre, se ve que Chile tal vez no tenía el mejor sistema de salud, que las personas que hoy masivamente están falleciendo son las personas de sectores pobres porque tienen patologías de base que el sistema de salud chileno no estaba curando. Una mortandad selectiva obviamente que es algo indignante, y eso lo vamos a ver desnudado ahora.

Otros temas que estamos viendo, de los cuales no soy especialista, son los temas de la violencia intrafamiliar y los femicidios, la recarga laboral, la repartición del trabajo remunerado y no remunerado. Nuestro sistema de protección social está muy precarizado, esperemos que después de esta crisis seamos capaces de replantearnos cómo financiar un buen sistema sanitario, de salud, de educación, de jubilaciones y de repartición del trabajo, en base a un sistema solidario.

Este miércoles se dio a conocer que el desempleo alcanzó una cifra superior al 15 por ciento en el mes de marzo, cifra que remite a un momento en que aún no había una situación de cuarentena generalizada para la provincia de Santiago ni veíamos de manera tan directa los efectos del COVID-19. ¿Qué implica una cifra tan alta de cesantía y qué podemos esperar en adelante?

No soy especialista en las mediciones de empleo y desempleo, esas medidas que tenemos que mirar y que son bien construidas aportan mucha información. El tema es que como son datos complejos de construir, traen siempre cierto desfase. Para el caso de Chile sabemos que las personas que están en el grupo precario -pienso en quienes trabajan como operadores en plantas de salmón, manipuladores de alimentos en colegio, obreros del fierro- ya señalan que han perdido su empleo, y cuentan que hay un familiar que está trabajando y permite mantener en este momento la economía del hogar, o empezaron a entrar en la economía informal, fabricando por ejemplo, mascarillas. Toda esta gente se está reinventando, entonces, la medida del desempleo obviamente que es importante, pero también hay mucha gente que está entrando en la economía de la sobrevivencia; hay muchas personas que están entrando a la fase de trueque, que es un tipo de economía que siempre ha existido pero por necesidad ahora va aparecer de forma mucho más agravada.

Esperemos que las medidas que se van a desplegar ahora mitiguen el problema que hay, pero mucha gente ha perdido su empleo, incluso en grupos un poco más consolidados, como por ejemplo, la gente que trabaja en clínicas dentales. Eso es una primera respuesta sobre el tema del desempleo, pero obviamente que va a seguir aumentando. El tema es que como en Chile no ha habido buena protección de seguros de cesantía, obviamente que la gente anticipa mucho y de inmediato busca una forma de generar ingresos. Lamentablemente lo que nos dicen mucho más personas en los lugares más periféricos es que está aumentando la venta de drogas, y la inseguridad, para palear las bajas de las fuentes laborales más alternativas.

Desde el inicio de esta gran cuarentena en la Región Metropolitana, se empezaron a ver diversos brotes de protestas en las poblaciones, que prácticamente no veíamos desde el inicio de la pandemia. ¿Qué diferencia estas protestas con las del estallido social y qué las vincula?

Lo que estamos viendo ahora es el hambre. En el caso de Chile se puede haber desatado la primera ola, o por lo menos la cobertura desde los medios, porque hubo un anuncio del presidente en cadena nacional por el asunto de las cajas de alimentos, que generó una expectativa que no se cumplió inmediatamente. Vamos a ver cuántas serán estas protestas.

Durante las primeras semanas de cuarentena siguió habiendo protestas -Antofagasta ha sido un epicentro en ese sentido- y no pararon las protestas en las zonas donde hay escasez hídrica; que no sean documentadas por los medios es otro tema.

En todo caso, tenemos que diferenciar entre protestas espontáneas, por desesperación, por hambre; aunque sabemos que el estallido de octubre también tuvo esa dimensión de espontaneidad, como por ejemplo, cuando los escolares empezaron a saltar los torniquetes y empezaron a desatar algo.

Ahora hay quienes dicen que vamos a quedar tan mal después de esta crisis que la gente no va a tener ganas de salir a protestar. Hay otros que dicen que esto crea escenario perfecto para que escale, porque quedó además truncado el proceso de resolución, el acuerdo nacional para entrar en la discusión constitucional. Podemos pensar además que los escolares y los estudiantes universitarios van a volver con fuerza, y siendo ellos el grupo más disponible, más concientizado y que viene con una trayectoria de protestas del 2006, 2011, 2018 y 2019, es probable que ese grupo vuelva a la protesta; pero en ese grupo hay distintas voces y es difícil prever lo que va a pasar porque no sabemos cuál va a ser la profundidad de esta crisis y en qué situación vamos a quedar. Pero a mí me parece como socióloga que tenemos un cóctel bastante intenso como para que vuelvan las protestas de distintas formas.

Antes de entrar en esta pandemia estábamos prontos a comenzar una discusión constitucional. Pensando en la posibilidad de transformar las bases sobre las que se sustenta nuestro ordenamiento social, ¿qué podría pasar ahora? ¿Cómo ve la salida de esta pandemia, pensando en que nos tocará enfrentar ese proceso que quedó inconcluso? 

Me cuesta mucho hacer previsión de futuro, como dijo el mismo ministro de Salud, estamos en la neblina más total. Lo que sí puedo decir es que para los países que están saliendo de la pandemia se están redefiniendo las reglas del juego. Italia, Francia, España están viendo cómo reacomodan sus sistemas sociales y hay muchas discusiones sobre los grupos sacrificados.

Somos todos diferentes socialmente pero estas diferencias no son todas desigualdades; empezamos a considerarlas como tal cuando entra un criterio moral en que se señala que estas personas son tratadas de manera diferente, y no deberían ser tratadas así. Hay muchas diferencias sociales que a raíz de esta crisis las redefinimos como desigualdades y las priorizamos.

En el estallido las prioridades fueron las pensiones, la salud; el año anterior fue el tema de género; antes lo fueron las desigualdades territoriales y vamos a ver, qué desigualdades ponemos ahora como las primordiales. Ahora parece que la salud lo va a ser y los sistemas de protección en general.

Yo espero de verdad que podamos hacernos esas preguntas, y que la discusión no sea bloqueada. Hay grupos que esperan con ansias esa discusión constitucional por muy compleja que sea, y esperemos que no se nos meta demasiado populismo en esta discusión y que nos podamos meter con altura de miras ahí. Yo no creo que se pueda detener un proceso sobre el que ya hubo un acuerdo nacional, tenemos suficientes herramientas como para encontrar un camino para nuestra comunidad nacional y buscar soluciones, pero la discusión tiene que ser elementos sobre la mesa y ojalá sin grupos que bloqueen esa discusión, y para eso fundamentalmente está el proceso constituyente.