El año 2018 fue histórico para el movimiento feminista en Chile, gracias a la movilización de las estudiantes universitarias. En la Universidad de Chile, Derecho dio el puntapié inicial con una toma por una educación no sexista. Luego, Ingeniería y otras escuelas se plegaron a un paro que parecía interminable, buscando la visibilización y abordaje del acoso en el espacio universitario, junto a temas de equidad de género y diversidad.
Por primera vez nuestras estudiantes se movilizaban de modo tan masivo y contundente por reivindicaciones de la mujer. Y el foco fue un tema tabú: el acoso sufrido por alumnas. Los pocos casos elevados a conocimiento de las autoridades universitarias, rodeados normalmente de un aura de secreto que, más que proteger a posibles inocentes, desataba todo tipo de rumores, nunca llegaban a resultados. ¿Todas las denuncias eran rechazables? En definitiva, ¿no existía ningún caso de acoso? Poco probable.
El cuerpo docente recibió con respeto, pero también con preocupación un paro que se prolongaba sin resolución a la vista, por las consecuencias sobre la matrícula futura. No sin razón. He visto como l@s hij@s de amig@s, llegada la hora de la decisión, prefieren otras casas de estudio en las que las clases no se ven interrumpidas cada tanto por huelgas de diversa motivación. Como docente, ciertamente era un tema que me preocupaba. Pero la valentía insolente de las estudiantes que logró poner en la mesa el trato de las mujeres en los espacios cotidianos, tanto de estudio como de trabajo, era avasalladora y admirable.
He tenido el privilegio de haber sido invitada a escribir para este 8M y he querido aprovechar esta oportunidad para hacer un reconocimiento a la comunidad de estudiantes que cambiaron el lenguaje y la cultura de lo que es aceptable hoy en día. Terminado el paro, después de casi tres meses, reclamar por lenguaje y comentarios inapropiados o avances no solicitados fue mucho más simple. Dejó de ser necesario armarse de valor para hacer explícita la molestia en una reunión de trabajo, con temor de ser tildada de exagerada o conflictiva. Se levantaron protocolos en las universidades, pero también en organismos públicos y privados. El colega o cómico que quisiera hacerse famoso con chistes a costa de las mujeres quedó sin repertorio. Las agresiones verbales y sicológicas podían ser denunciadas. Los abrazos estrechos a una secretaria o a una alumna dejaron de ser gestos simpáticos o inocentes. El 8 de marzo de 2019 fue épico, gigante, emocionante, solidario. Teníamos motivos para celebrar y reencontrarnos después de la batalla y la victoria.
¡¡¡Gracias por todo eso!!!
¿Se puede abusar de ese nuevo poder? ¿Puede generar víctimas inocentes? ¿Puede ser aprovechado para cometer asesinatos de imagen política, particularmente en la era de las "fake news" de redes sociales? Ciertamente. Pero como sociedad, me parece un costo razonable a pagar en aras del respeto y trato justo no solo de las mujeres, sino de cualquier minoría y de toda persona. El hito fue una victoria. A mi juicio, en contra de nadie sino a favor de una sociedad más empática, más inclusiva, más humana.