Colección en paleobotánica:

Doctora Teresa Torres González: “Esto no es mío, es patrimonio de Chile“

Doctora Teresa Torres: “Esto no es mío, es patrimonio de Chile"
Profesora Teresa Torres en su bodega donde guarda los fósiles vegetales de sus más de 20 expediciones a la Antártida
Profesora Teresa Torres en su bodega donde guarda los fósiles vegetales de sus más de 20 expediciones a la Antártida

No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, así dice la académica Teresa Torres González quien está pronta a jubilarse después de más de 50 años dedicadas a impartir clases de matemáticas y física en nuestra Facultad y aunque cree “justo y necesario descansar” es sin lugar a duda su colección en paleobotánica, una de las principales actividades que hoy la mantienen ocupada y concentrada.

Entrar a la bodega que la doctora en Ciencias Teresa Torres tiene en un tercer piso de la Facultad de Ciencias Agronómicas, es encontrarse con un “tesoro” con cientos de muestras de madera fosilizada que hablan de un pasado de grandes cambios climáticos, de la extinción de los dinosaurios y de que alguna vez nuestro territorio tuvo en algunos sectores un clima tropical (se han encontrado árboles de esa especie).

En 126 cajones repartidos en cinco viejos estantes de madera, que le donó la escuela de Geología de nuestra Casa de Estudios, se pueden encontrar rocas de todos los colores, formas, calibres, tamaños y que son nada menos que fósiles de lo que alguna vez fueron troncos, ramas y hojas de árboles, arbustos y plantas que habitaron la Tierra hace millones de años.

Amor al Continente Blanco

La profesora Teresa quien es reconocida por convertirse en líder de más de 20 expediciones científicas a la Antártica, primero como investigadora y luego como líder de dos proyectos anillos de ciencias antártica (Conicyt e Inach), es la primera experta en fósiles vegetales (maderas, polen y hojas) en Chile.

Las miles de piezas fosilizadas recolectadas por la profesora Torres en su larga carrera científica evidencian que los continentes que hoy conocemos y que están separados por grandes océanos, alguna vez habrían solo uno denominado Gondwana, pues la vegetación fosilizada  que se ha encontrado en Chile y la Antártica es similar en ambos lugares.

A partir de mediados de los 80 inició sus estudios sobre las maderas y la botánica fósil en la Antártica chilena, liderando, al poco andar, importantes expediciones donde logró investigar la flora primitiva y los cambios de la vegetación tras la separación del continente. Además, se suman otros trabajos como el proyecto Paleoxiología del Meso-Cenozoico de las islas Shetland del Sur de la Antártica junto al Centre national de la recherche scientifique (CNRS) de Francia, el Instituto Antártico Chileno (INACH) y la Universidad de Chile.

Su primer proyecto para viajar a la Antártica lo presentó en 1982 y para realizar esta aventura, después de varias negativas, eligió como acompañante “porque no había en Chile otro especialista en la materia del cual pudiera aprender” – puntualiza la profesora Torres-, al profesor y paleobotánico, Ives Lemoigne de la Universidad Claude Bernard de Lyon (Francia).

“En esa época, los investigadores iban con zapatillas gruesas, parka y sacos paperos para recoger muestras; no había el resguardo sobre el territorio que hay ahora y, por cierto, nadie tampoco tenía mucha preparación para enfrentar una emergencia, cualquiera, en la nieve. Yo imaginaba que llegaría Alain Delon, pero llegó un señor mayor que resultó ser el ilustre profesor Lemoigne ”, recuerda entre risas Teresa.

Con el científico francés pasó su primera experiencia extrema en la Antártica, la profesora relata que  quedaron varados en la isla Livingston, en las Shetland del Sur, donde pasaron nueve horas antes que los rescataran y donde tuvieron que improvisar una carpa con unos palos de coligüe que encontraron  en el lugar.

Posteriormente  su refugio fueron las bases militares instaladas en el Continente Blanco, pero desde 1987, debido a que no le acomodaba la rigidez de la rutina en los horarios, decidió que todas sus incursiones serían en campamento, durmiendo en carpa, en contacto directo con la naturaleza, junto a una ayudante primero y posteriormente  con su marido y sus hijos Lorena, Mauricio y Marcelo, con quienes compartió estadías de búsqueda de material que duraban entre quince días y un mes, y en las que recorrían principalmente las islas Rey Jorge, Nelson, Livingston y Snow (su favorita).

“Éramos agrandadas en esa época, como se dice coloquialmente ´paradas en la hilacha´ no me acomodaban los horarios y los turnos estrictos que tenían para comer y dormir.  Nunca más volví a quedarme  a las bases militares, para mí no había nada mejor que instalar mi carpa, estar en contacto con la naturaleza y recolectar muestras todo el día, jornada que allá es muy larga porque solo anochece dos horas”, nos reseña la académica.

Según destacó la doctora Torres, el desarrollo de investigaciones científicas en la Antártica es particularmente importante debido a que ésta representa al principal escenario del cambio climático, toda vez que lo que ocurra en esta materia incidirá directamente en los polos y eso cambiará el panorama mundial.

Al respecto puntualizó que “si se derriten cantidades importantes de hielo antártico, se convertirá en agua dulce que entrará al mar y por ende cambiará su pH, lo que afectará la fauna marina y el clima se verá alterado por la variación de las corrientes marinas, por lo tanto lo que pase en la Antártica puede cambiar las condiciones de vida en el planeta entero. Así de importante es”.

De la física a la paleobotánica

La profesora Torres creció en Santiago y desde pequeña tuvo una gran atracción por la naturaleza. En la década del 60 entró a estudiar Física y Matemáticas en la Universidad de Santiago, donde paralelamente por un breve periodo incursionó en estudios de Geología en la Universidad de Chile. Una vez titulada, comenzó a trabajar en el Departamento de Ciencias Naturales de la entonces Facultad de Ciencias Agrarias, Veterinarias y Forestales de la Universidad de Chile ,  donde se mantuvo dos años hasta que obtuvo una beca para realizar un posgrado en Física en la Universidad de Rennes de Francia. Posteriormente, completó un doctorado en paleobotánica en la Universidad Claude Bernard en Lyon de este mismo país.

En Europa se involucró en los estudios sobre cristalografía y suelos, áreas que en Chile aún no estaban muy investigadas. Según nos cuenta en ese momento los laboratorios del mundo estaban trabajando en estudiar la forma y la estructura  de  los cristales  utilizados  posteriormente en la industria de las telecomunicaciones.

Al volver a su país se reincorporó a la Universidad de Chile, en el Departamento de Tecnología en Madera, donde a través de diversos tipos de maderas que su suegro conseguía en las zonas mineras del norte del país, empezó a estudiar la formación de cristales en el material. Fue en esa época cuando se percató de un gran hallazgo: la petrificación de una planta de araucaria. De esa forma su trabajo comenzó a ser pionero en el estudio de fósiles vegetales.

“Mi suegro, que era del norte, de Ovalle, buscaba yacimientos de minerales a través de los vegetales y siempre me traía maderas con distintas características para que yo las analizara y determinara sus componentes. Hasta que una vez me trajo del sector Pichasca, una madera que según él tenía muchos minerales y era una madera fósil, entonces me dio mucha curiosidad y decidí ir a cortar esta roca para estudiarla y descubrir cómo se había petrificado. Nunca imaginé que me iba a encontrar con la estructura del árbol, tal como si fuera una madera actual, pero transformada en piedra, estaba perfectamente conservada y aún mayor fue mi sorpresa al descubrir que esa especie era una Araucaria”, puntualiza Teresa.

Este descubrimiento se transformaría en su primera planta fósil de especie nueva, nominada como Araucarioxylon Pichasquensis Torres, la que también llamaría la atención de los botánicos y de otras disciplinas de las ciencias naturales, al comprobar que esa especie habitó un lugar que en la actualidad es tan árido. Es así como la científica inicia el estudio hasta el día de hoy de las maderas fósiles, conocido como la “Paleoxilología”.

Aún hay tiempo, se busca heredero(a)

De personalidad apasionada, intrépida y analítica, la profesora Teresa Torres continúa luchando por que su colección de fósiles vegetales sea valorizada y tenga un lugar importante en el acervo científico de la universidad de Chile y nuestro país.

A pocos días de su retiro laboral, su principal preocupación es el futuro de su colección ya que en Chile, según nos relató, esta disciplina no tiene seguidores y no existe otro paleoxilólogo con esta especialidad -que  conozca al menos la académica- que esté interesado en desentrañar los misterios de las cientos de rocas que guarda en los cajones de su bodega.

“Para los jóvenes no es atractivo porque esta ciencia no da dinero; nadie contrata para  hacer paleobotánica, a pesar de que hoy  hay un boom, porque todo lo que hagas debe tener un estudio de impacto ambiental, e incluyen la paleontología vegetal. Esto no es mío, es patrimonio de Chile.”, finaliza categórica la doctora Teresa Torres.