Tradición y excelencia:

Facultad de Derecho; el gigante de Pío Nono

Facultad de Derecho; el gigante de Pío Nono

Dicen que el financiamiento se logró gracias a que el Decano de la Facultad de Derecho era Arturo Alessandri Rodríguez, hijo del entonces Presidente de la República, Arturo Alessandri Palma. Dicen que se privilegió construir la Facultad ubicada en Pío Nono por sobre la Facultad de Medicina. Dicen que este edificio es el más emblemático de todos los que ostenta la Universidad...

Si bien lo primero es parte del mito, nadie puede negar la postal en que se ha convertido la Facultad de Derecho. Por ello es que considerarla uno de los máximos símbolos de la Universidad de Chile no es para nada antojadizo. Un verdadero hito urbano, la obra de Juan Martínez es, sin duda, una de las joyas que resaltan dentro del nutrido patrimonio arquitectónico de la Casa de Bello.

Desde su inauguración, en 1938, la monumentalidad del inmueble marcó presencia en la capital, siendo considerada una de las obras arquitectónicas más importante de la primera mitad del siglo XX. El imponente sello de Martínez, que también puede ser apreciado en el Templo Votivo de Maipú, la Escuela Militar, y en la propia Facultad de Medicina, se ha instalado de tal manera en la retina de los santiaguinos que hoy hace imposible imaginar un espacio distinto al creado por su trabajo.

En sus más de 70 años de vida, el edificio "Art Decó" de Pío Nono con Santa María ha sido testigo de cómo se ha transformando la ciudad. Sin embargo, y pese a la llegada de construcciones aún más grandes, que dialogan poco -o nada- con el paisaje arquitectónico del lugar, este inmueble sigue manteniendo su prestancia original.

Una categoría que se relaciona no sólo con el diseño de Juan Martínez. Los encargados de honrar estas paredes son profesores, alumnos y funcionarios; son los 16 Presidentes que se han formado en sus aulas. Ellos son los que han hecho que el edificio, pese al paso de los años, no pierda la presencia, tradición y solemnidad características de la institución que representa.

El sello de Martínez

Si hay un arquitecto que en la primera mitad del siglo XX marcó el desarrollo de esta disciplina en el país fue Juan Martínez Gutiérrez. Basta con la presencia de su nombre para que un edificio sea considerado un monumento.

"En la forma de las obras de Juan Martínez hay una religiosa solemnidad, que rinde culto a la actividad propia que se desarrolla dentro de cada uno de los conjuntos por él proyectados", dice el arquitecto Raúl Veliz.

Por supuesto, la Facultad de Derecho no fue la excepción. El edificio que fue encargado a Martínez durante el decanato de Don Arturo Alessandri Rodríguez, albergaría a la institución que, desde sus inicios, ha dejado huella en la estructura y orden jurídico nacional. Se trata de la Facultad de Derecho más antigua del país. De aquella que, en el pasado, tuvo la difícil misión de crear un conjunto de leyes que permitieron "cerrar simbólicamente la transición del régimen colonial al republicano". Algo que se logró, como señala el libro "Materia y Memoria" de la Vicerrectora de Extensión y Comunicaciones, Sonia Montecino, y de las académicas Alejandra Araya y Michele Benavides, con la entrada en vigencia del primer Código Civil chileno, redactado precisamente por el fundador de la Universidad, don Andrés Bello. "El 20 de mayo de 1857 se suprimió el estudio del Derecho Español reemplazándolo por el Código Civil".

Derecho, que en principio había funcionado en una antigua casona ubicada entre las calles Bandera y Compañía, luego en el Instituto Nacional, y finalmente en el ala oriente de Casa Central, necesitaba de un espacio independiente para desarrollar sus actividades.

Entre 1934 y 1938 se ejecuta la construcción de la nueva Facultad. La obra, que se convertiría en la más representativa del connotado arquitecto, es desde entonces una de las máximas representantes del patrimonio arquitectónico institucional.  

Un hito arquitectónico

"¿Qué hace que este edificio sea tan simbólico? Bueno, yo creo que lo primero es el enclave. El lugar donde está situado. Creo que Juan Martínez no pudo concebir un mejor lugar. Es un punto estratégico, neurálgico de Santiago. Es visible desde muchos ángulos. Está próximo al río y se muestra desde mucha distancia. El arquitecto supo captar magistralmente esta característica, logrando que el edificio se muestre y marque una solemnidad con su sola presencia", dice el Director del Instituto de Historia y Patrimonio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Antonio Sahady.

La fachada curva ha sido objeto de innumerables elogios. El arquitecto Guillermo Ulriksen la consideró "un elemento de alta significación en el rostro de la ciudad. Su volumen total, visto como escultura arquitectónica, adorna la metrópolis... La Escuela de Derecho tiene los méritos de un monumento nacional".

La búsqueda de la monumentalidad, que se ve reflejada en otros trabajos del autor como el Templo Votivo de Maipú o la Escuela Militar, es símbolo de una época. Como señala el académico de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile, Ignacio Salinas, se trata de obras que son muy poderosas comunicacionalmente, que transmiten en su diseño un fuerte mensaje de  lo que contienen. "Era un momento en el cual existía esa arquitectura monumental de grandes dimensiones. Pública. Simple en sus formas, pero al mismo tiempo, muy fácil de retener. Es algo que se queda en la retina por su imponencia".

El juego con el espacio y con el paisaje, que tiene a la Cordillera de Los Andes de fondo y al río Mapocho a un costado, es de los aspectos más destacados del trabajo de Juan Martínez. Su obra sigue dictando cátedra. Pese a las grandes dimensiones de los vecinos que han llegado al barrio, su prestancia original no ha sido robada. "Precisamente, tiene que ver  con la posibilidad de tener un entorno paisajístico que le ayuda a perfilarse contra un fondo. Hay otros edificios que parecen parte de una edificación continua. Éste, en cambio, tiene dos grandes caras que se muestran enteras y no permiten adosarse a él. Entonces se mantiene como un elemento aislado que uno puede ver desde distintos puntos. Esa condición de aislamiento, que la buscó el arquitecto, porque tampoco es casual, es lo que aún le permite ser protagónico", dice Antonio Sahady.

Sin embargo, la amenaza está latente. La columnata curva de su frontis sigue irradiando su solemnidad natural, sin embargo, no ha sido fácil convivir con las nuevas edificaciones. La naturaleza del proyecto se ve limitada con la presencia de una arquitectura que no es conciliadora con el entorno. "La escuela de Derecho, aunque es monumental, no pierde la escala del barrio. Yo creo que eso es lo importante que tiene. Tú puedes ver lo monumental, pero en tres pisos. En cambio, hay otros proyectos que sólo buscan ser  ellos, ni siquiera toman en cuenta la iglesia contigua", dice Ignacio Salinas, académico de la Facultad de Arquitectura.

Este ahogo generando por las nuevas edificaciones, según explica Antonio Sahady, ha desnaturalizando aspectos esenciales de la obra de Martínez. "Estos edificios, que son bastante discordantes con el espacio, van bloqueando la visión del horizonte. Cada vez se ve menos el fondo, el paisaje. Entonces se va perdiendo uno de los grandes valores del proyecto, que es el jugar contra el cerro y el entorno natural".

Pese a todo, la Facultad de Derecho es una sobreviviente. Es la muestra de un tipo de arquitectura que responde a un momento histórico donde el sentido de lo público cobra especial relevancia. Son construcciones que buscan dejar huella, perdurar en el tiempo, y no sólo responder a fines utilitarios. De acuerdo al académico de la Facultad de Arquitectura, Mario Ferrada, este tipo de edificaciones jugaron un rol fundamental a la hora de levantar la imagen país de las instituciones públicas y del Estado. "Y eso no sólo se nota en la arquitectura universitaria, también en las estaciones de ferrocarriles, escuelas públicas, hospitales, etc. Que sea un edificio tan significativo no es sólo un tema de operación con la forma, no es algo puramente estético, también es el resultado de un momento". 

Un clásico en el siglo XXI

Son varias las cosas que han cambiado en los más de 70 años de vida de la Facultad en Pío Nono. Por ejemplo, El edificio Los Presidentes, homenaje a los 16 mandatarios egresados de estas aulas, no existía. Tampoco el aula magna que cuenta con los más modernos sistemas de proyección digital, sonido y video conferencia. Todas estas innovaciones son reflejo de un desafío importante que tuvo que enfrentar el histórico edificio creado por Juan Martínez: la llegada del siglo XXI.

Pese a que el valor de la obra permanece indemne, el edificio de 1938 comenzó a presentar problemas de funcionalidad cundo la vida moderna comenzó a exigir otro tipo de requerimientos. A medida que la Facultad fue creciendo, las necesidades de espacio también. Con los años se anexaron al edificio principal el de Santa María 071 y el de Pío Nono 140. Sin embargo, para el año 1996, éstas medidas se hicieron insuficientes y se tomó la decisión de remodelar la obra de Juan Martínez. Una tarea complicada, considerando lo representativo del edificio.

El proyecto estuvo a cargo de los profesores de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Humberto Eliash y Manuel Moreno. Intervenir uno de los edificios más importantes del siglo XX, y uno de los más significativos de la ciudad, era una responsabilidad mayor; por lo que se buscó entregar un valor agregado sin destruir lo existente. Lo primero fue la remodelación de la Biblioteca y el Aula Magna.

"Eran otra cosa", dice el profesor Sergio Montenegro, Director del Centro de Derecho Ambiental de la Universidad de Chile. Aunque destaca lo moderno de las nuevas instalaciones, sus palabras no dejan de mostrar una cierta nostalgia por los tiempos pasados. "La Biblioteca era muy artesanal. Se ubicaban los libros con un sistema de tarjetas que se guardaban alfabéticamente en unas cajitas. Pero al final uno nunca buscaba en el tarjetero. El señor que administraba la Biblioteca, que debe haber estado ahí por años, ubicaba todos los libros de memoria. Ahora la Biblioteca es un lujo. Está todo computarizado. Aunque él era increíble".

La antigua aula magna, que contaba con butacas de madera terciada, no dejó rastros. Ahora  el escenario en que se desarrollan las principales ceremonias de la Facultad cuenta con 300 butacas nuevas con mesas abatibles, lo que facilita el desarrollo de clases y seminarios. Se remodeló completamente el sistema de Iluminación, incorporando además climatización y un moderno sistema audiovisual. Más tarde continuaron los cambios.

Después de los rediseños internos, y considerando el aumento importante de estudiantes dentro de la Facultad, se decidió ampliar las instalaciones con la construcción de un nuevo edificio. La obra inaugurada el 2007 estuvo encabezada por los arquitectos Humberto Eliash y Jorge Marsino, profesionales que buscaron mantener una armonía con el edificio de Martínez. La construcción, que termina por cercar el patio de la Facultad, tuvo un costo de tres mil millones de pesos. Con cinco pisos y tres subterráneos, el Edificio de los Presidentes cuenta con 16 salas de clases, un auditórium, un gimnasio, un casino y 100 estacionamientos, entre otros.

Cuna de la política chilena

Dentro de las cosas que no han cambiado está la fuente, ésa que se encuentra en el centro del patio de la Facultad. Este lugar ha sido escenario de barios "bautizos". La tradición cuenta que después de pasar el temido examen de grado hay que zambullirse en la fuente. Rito que han cumplido generaciones y generaciones de abogados.

Carlos Cereceda, funcionario que lleva 23 años trabajando en la Facultad de Derecho, ha conocido a varios de ellos. Como administrador del edificio le  ha tocado ver a miles de estudiantes, muchos de los cuales han alcanzado altos cargos públicos en su carrera profesional. "Es raro, porque los he visto como Presidente del Centro de Estudiantes, encabezando marchas, y hoy están en otro rol. Ahora les toca otorgar los permisos o reprimir estas manifestaciones".

Tradicional cuna de la clase política, la Facultad de Derecho ha formado a varios de los hombres que hoy toman las decisiones país. En el aula magna de la Facultad, políticos como José Miguel Insulza, Enrique Silva Cima, o el ex Presidente Ricardo Lagos, protagonizaron encendidos debates. Así lo recuerda el profesor Sergio Montenegro, quien señala que, pese a las fuertes discrepancias ideológicas que se expresaban en el calor de las discusiones, siempre se terminaba con una corrida de lomitos y cervezas en "El Venezia", un ícono del barrio Bellavista.

"Ahí surgía una camaradería. Los debates quedaban acá. Allá se cultivaba la amistad", dice el académico. El local, que tiene casi los mismos años de vida que el edificio de Juan Martínez, todavía atiende a su fiel clientela a los pies del Cerro San Cristóbal. ¿La especialidad de la casa? El tradicional pernil de cerdo. "Era súper famosa esa picada. Todos iban a comer pernil allá", dice la profesora Maricruz Gómez de la Torre, Directora de la Escuela de Postgrado de la Facultad.

La académica, que llegó como estudiante a principios de los 70, recuerda que la Facultad, producto del momento histórico que se estaba desarrollando, era un espacio donde se encontraban muy marcadas las tendencias políticas. "Por un lado estaba Pablo Rodríguez, fundador de Patria y Libertad, mientras que por otro habían profesores muy identificados con la izquierda. Un símbolo era Juan Bustos". La situación era tan tensa que recuerda que en una oportunidad, en medio de una prueba de Derecho Comercial, el profesor les pidió agacharse y no levantar sus cabezas. "Las balas pasaban por arriba. Fue un momento bastante traumático", dice. 

"El busto de Sarmiento"

Aunque el país no se encontraba tan dividido en los tiempos en que el profesor Sergio Montenegro estudiaba en la Facultad, sí vivió una época en que los conflictos internacionales eran un tema recurrente. Con Argentina, las disputas por el Canal Beagle y la Laguna del Desierto siempre generaban algún tipo de manifestación. Actos de protesta que, "curiosamente", siempre terminaban con una bandera de Estados Unidos en el suelo. "No sé, parece que estaba en el ADN de los estudiantes de aquella época. Por cualquier cosa siempre aparecía una bandera de Estados Unidos. El problema podía ser con Argentina, Bolivia, o con quien sea... al final siempre terminábamos en un desfile hacia la embajada de Estados Unidos. En ese momento nuestro acto más violento era ir en una marcha y quemar la bandera".

"Entre lo anecdótico y lo políticamente incorrecto" de estas manifestaciones, el profesor Sergio Montenegro recuerda que cuando no se terminaban en el consulado norteamericano la víctima escogida era "el busto de Sarmiento".  La figura del político argentino se encontraba en la esquina en que hoy se encuentra la plazoleta de artesanía. "Allí donde está el carrito de las sopaipillas". El académico cuenta que era una práctica habitual el desquitarse con el monolito de piedra. "Cada vez que había un lío con Argentina sacábamos el busto de Sarmiento de su pedestal y lo lanzábamos al Mapocho". En ese tiempo, en que no había "guanaco" ni nada por el estilo, la protesta terminaba sólo cuando llegaban los bomberos de la Octava Compañía de Bomberos que, acostumbrados a la "gracia" de los estudiantes, llegaban con escaleras y cuerdas para rescatar el famoso busto. "Parece que ya no está. Seguramente alguien se lo llevo como trofeo", bromea el profesor.

El rito del mechoneo:

Al igual que en el resto de la Universidad, la diversidad y pluralidad de los estudiantes de la Facultad son algo que se ha mantenido generación tras generación. "Acá todo el mundo es bien acogido. Si llega un personaje, como hoy, de la farándula, acá pasa sin pena ni gloria. Acá no hay distinciones de clase ni de nada. Ésta es una Universidad en que todos se integran", dice Carlos Cereceda.

Es este ambiente el que más rescata Mariana Urzúa, estudiante de 4° año de Derecho. Ella, quien llegó a la Universidad por ingreso vía especial, conoce la realidad de otras instituciones; por eso aprecia aún más las distintas realidades que se cruzan en la Casa de Bello. "Es muy diferente. Hay mucha libertad. Se genera un ambiente muy grato, donde hay compañerismo".

Uno de los espacios en donde se cultiva esta rica convivencia es en el patio de la Facultad. Éste era y sigue siendo uno de los rincones más queridos. Allí, recuerda el profesor Montenegro, los cursos superiores le dieron la bienvenida a su generación. "Nos juntaron en la escalera del patio, supuestamente para una foto, y desde arriba nos lanzaron agua con harina".

El "mechoneo, que fue evolucionando con los años, dejó de ser tan "deslavado" como el que experimentó el profesor Montenegro.

Una de las tradiciones más populares fue la disputa del Puente Pío Nono, práctica que enfrentaba a los mechones de Derecho con sus pares de Ingeniería. "Generalmente ganaba Derecho", dice el funcionario Carlos Cereceda. Eso hasta el año 2000, cuando estudiantes de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas llegaron en masa a defender su honor. La famosa Guerra del Puente, que terminó abruptamente luego de que salieran lesionados estudiantes y académicos, no se realizó nunca más. Los daños a la Facultad fueron de tal magnitud que ésa fue la última ocasión en que se vio la popular actividad.