Rectoría
Puede resultar apropiado empezar por saludar a Darwin en este año de conmemoraciones en torno a él. Algunas ideas instauradas por la teoría de la evolución parecen adecuadas para abrir una reflexión acerca del futuro de la educación pública. La supervivencia y reproducción transgeneracional de la educación pública, la que es a la vez un concepto ideológico y un sistema estructurado, puede representarse como el resultado de una interacción entre ese modo educacional y el conjunto del entorno social. Al abordar la cuestión de la selección natural, la teoría de la evolución propone que algunos individuos dejan más descendencia que otros por poseer características que favorecen su supervivencia en un ecosistema determinado por lo que llegan a reproducirse. Análogamente, en la selección artificial un criador busca ciertas características que él define y elige a aquellos individuos las poseen para que se reproduzcan. El corolario es que los individuos mejor adaptados, pues para la biología no hay tal cosa como "los mejores", logran sobrevivir y reproducirse.
Las ideas en torno a ambos tipos de selección vienen fácilmente a la mente al pensar nuestra educación pública. Por una parte, cuando Chile comenzaba a emerger tras diecisiete años de inmersión en el sistema dictatorial, se nos dijo que el país y el mundo habían cambiado tanto que los antiguos conceptos vinculados al Estado y a lo público ya no resultaban adaptativos para el nuevo entorno. Por otra parte, no hay duda que esos cambios, muy particularmente en Chile, lejos de ser el resultado de un proceso natural fueron activa e intencionalmente inducidos.
Lo posible, un concepto clave para entender la evolución, parece en Chile confinado a espacios estrechos y severamente limitados en los campos de la política, la economía y los medios de comunicación. El asegurar la inviolabilidad de esos límites podría ser el afán cotidiano más importante de nuestra sociedad. Es así como se ha restringido el ámbito de lo que tiene sentido proponer y discutir, para no hablar del espectro de protagonistas llamados a intervenir en ese eventual debate.
Presentaré a continuación, sólo para jugar con la idea de factibilidad, un conjunto de enunciados que tienen dos características curiosamente simultáneas: son obvios, pareciera lo más natural del mundo formularlos, y a la vez, son disparatados, sorprendería grandemente escucharlos. Nadie esperaría en su justa razón que un encuestador lo abordara para preguntarle si está muy de acuerdo, poco de acuerdo, nada de acuerdo o no sabe o no responde respecto de alguna de estas afirmaciones. Nadie esperaría que la editorial de un diario o un programa de análisis político en televisión las proponga como asuntos interesantes para reflexionar sobre ellas. Por sobre todo, nadie esperaría que algún candidato expresara su respuesta o posición respecto de ellas e invitara al electorado a pronunciarse consecuentemente. He aquí entonces, a modo de ejemplos, ocho temas que en el Chile contemporáneo poseen esa curiosa dualidad, semejante a la de aquellas imágenes en que se pueden invertir figura y fondo, a saber, son los únicos temas relevantes y a la vez no son temas:
He ahí, por así decirlo, ocho temas que no son. Por supuesto que sugerir que los debates acerca de cualquiera de estos temas están prohibidos sería considerado una ofensa gratuita, pues si aceptamos que el mercado también regula el intercambio de ideas, entonces si esos temas no son discutidos es porque no interesan a la gente. Sin embargo, las encuestas de opinión pública sobre educación consistentemente muestran que más del setenta por ciento de la población quisiera que la responsabilidad sobre los establecimientos educacionales recayera en el Ministerio de Educación, mientras una fracción ínfima, alrededor de un dos por ciento, aprueba el lucro en educación [1].
Aún sin posibilidad de de ser contestadas, las políticas educacionales instauradas durante el régimen dictatorial son incapaces de convencer. Pareciera entonces errada la pasividad post noventa, cuyos propulsores aparentemente se basaron en dos supuestos:
Así las cosas, existía la certeza de que en Chile era imposible que surgiera problema alguno en el área educacional. Citemos entonces al personaje del cuento "Puntero izquierdo" de Mario Benedetti: "¡Graso error!".
Para sorpresa de los conformistas políticos y de los ideólogos educacionales lo imposible sucedió. La expresión más notable de esa falencia predictiva la constituyó la protesta tan masiva como inesperada de los estudiantes de la enseñanza media, la denominada "revolución de los pingüinos". En nuestro entorno inmediato, la Universidad de Chile fue escenario de procesos desconcertantes, tales como tomas de nuestra Casa Central, por parte de movimientos que elevaban petitorios imprecisos, o la inesperada reacción de sectores del movimiento estudiantil al Proyecto de Revitalización de las Humanidades, Artes, Ciencias Sociales y de la Comunicación, Iniciativa Bicentenario Campus Juan Gómez Millas.
Quizás haya causado aún más daño que las políticas educacionales mismas, lo que no es poco decir, la negativa a debatir sobre educación. Esta área es, universalmente, el ejemplo más paradigmático de una cuestión acerca de la cual todos los actores sociales tienen derecho a hablar. Sin duda, esta negativa al debate es la principal responsable de la apatía y desconfianza que constatamos en un sector importante de jóvenes. Parafraseando el verso de Vicente Huidobro en Altazor, "Inutilidad de los esfuerzos, fragilidad del sueño", el mensaje que alcanza a las nuevas generaciones parecería dolorosamente ser "Inutilidad de la razón, vacuidad de la política". Probablemente el corolario más triste es la desconfianza de los jóvenes en la virtud y fuerza de la razón, del intercambio de ideas y de la fundamentación intelectual.
Predeciblemente, en vez de asumir los efectos que la dictadura ideológica impuesta por la prensa y la política ha tenido sobre la calidad y precariedad material de nuestras instituciones educacionales, se responsabiliza de dicha situación a la ineptitud de éstas. A la Universidad de Chile se le acusa de "no haber sabido venderse", ese curioso giro del término al cual cuesta habituarse.
Considero brutalmente injusto desconocer los esfuerzos de la Universidad de Chile, y de muchas otras instituciones ignoradas por la política chilena post noventa, por expresar sus puntos de vista e intentar ser escuchadas. En nuestro caso concreto, es innegable que durante el período de intervención dictatorial y en los años siguientes supimos defender con valentía y claridad nuestros principios y nuestros puntos de vistas.
Como ejemplo, transcribiré a continuación fragmentos del resumen ejecutivo del documento emanado en 2003 y titulado La Universidad de Chile Hacia el Siglo XXI [2]. Ese documento comenzaba reafirmando la imbatibilidad de espíritu de nuestra Universidad y nuestra amargura por el absurdo e innecesario daño causado a nuestra institución: "A pesar de la intervención militar y de la ausencia de políticas públicas adecuadas, incluida la reducción progresiva de los aportes financieros estatales, que han dañado la coherencia institucional, la Universidad de Chile ha mantenido sus niveles de excelencia y ejercido un claro liderazgo…" En seguida advertía que "Si se mantiene la inercia de las actuales políticas, el Bicentenario sorprenderá a la Universidad de Chile enfrentada a la alternativa de plegarse, sin reservas, a la lógica y la dinámica del mercado o resignarse a un progresivo empobrecimiento, tal como puede visualizarse a través de los efectos de las tensiones fundamentales en que se debate la institución actualmente: 1) tensión entre la necesidad de autofinanciamiento y el cumplimiento de su misión nacional y pública; 2) tensión entre el rol articulador e integrador de redes de universidades estatales y la competencia del sistema de educación superior; 3) tensión entre la orientación de la Universidad a problemas nacionales y un sistema de incentivos dominado por el mercado; 4) tensión entre el aseguramiento de la calidad académica y un nivel de remuneraciones compatible con el equilibrio presupuestario; 5) tensión entre la recuperación de costos mediante el aumento de derechos de estudio y la captación de alumnos de alto potencial sin discriminación económica; 6) tensión entre las necesidades de inversión en planta física, equipamiento y renovación del capital humano y aquellas que impone el esquema de autofinanciamiento centrado en una lógica de corto plazo; y 7) tensión entre los requerimientos de eficiencia y competencia y un marco legal restrictivo, que impide la modernización de la Universidad y la articulación flexible de las tareas." Se concluía "reafirmando la expectativa de un debate fundamental sobre la educación superior y llamando a la responsabilidad de las más altas instancias políticas del país respecto del destino de la educación superior, y la adopción de decisiones cruciales respecto del destino de la primera institución educacional del país."
La cuestión que quiero enfatizar es por qué ese documento, como tantas otras ponencias coherentes, sensibles y bien estructuradas, no fueron consideradas ni en lo más mínimo por quienes estaban llamados a diseñar la transición de la dictadura a la democracia. Mi respuesta es que vivimos bajo un totalitarismo ideológico neoliberal fundamentalista que no permite cuestionamientos, que fija los límites de lo conversable, que hace imposible cualquier debate real y que distorsiona cualquier argumento para integrarlo a su ideología. Aunque parezca una afirmación exagerada, en el plano intelectual, este totalitarismo no es muy distinto a los peores que ha conocido la humanidad. No resulta difícil comparar la cómoda satisfacción de estar viviendo una verdad total y coherente en lo que respecta a los principios y organización de la sociedad, presente tanto en esos regímenes como en nuestra sociedad de hoy. Si pensamos, a modo de ejemplo, en la sociedad alemana de mediados de la década del treinta, qué duda cabe que empezando por los niveles jerárquicos superiores de la política y de cada esfera de la sociedad, hasta llegar los ciudadanos en la base, existía una benevolente percepción de sí mismos, antitética a la visión que todos hoy día tenemos de ese régimen. Ese conformismo no es muy diferente del que observamos ante el paradigma neoliberal vigente en el Chile actual. Más aún, la vocación de servicio, el afán de trabajar en y para una comunidad, el pensar que hay intereses colectivos tanto o más relevantes que los individuales, son todas formas de vida que se nos aparecen como ferozmente castigadas y reprimidas en el Chile actual.
En consecuencia, son condiciones previas a cualquier avance en educación la toma de conciencia, con la consiguiente acción política, de al menos dos hechos:
Hasta ahora, en la transición a la democracia tal como ha venido ocurriendo en Chile, esa toma de conciencia con su consiguiente acción política se ha eludido o disipado hasta casi desaparecer del debate ideológico. Al comienzo, quizás podía argumentarse la validez política de deponer sentidas reivindicaciones dada la amenaza latente del autoritarismo. Pero la exclusión sistemática de cualquier cuestionamiento a los lineamientos estructurales dejados por el régimen dictatorial después de tantos años, se hace imposible de entender sin considerar algún grado de asimilación ideológica. Más aún, como se ha pretendido demostrar en esta presentación, en temas cruciales, tales como la reconstrucción de un sistema público articulador del conjunto de la educación, no ha sido posible siquiera iniciar un debate serio.
Me permito entonces, ante esta negativa a cualquier discusión ideológica que considere alternativas políticas y evalúe sus consecuencias, recurrir como último recurso a la expresión emocional y, al menos, comunicar por esta vía nuestra frustración ante tanta y tan premeditada pobreza intelectual. Resignado a no ser oído a través de la exposición sistemática de ideas, pues a nadie parece interesar el escuchar una argumentación racional, ofrezco como referentes paradigmáticos dos versos del tango Margot [3].
El primero que considero apropiado dice:
"Son macanas, no fue un guapo haragán ni prepotente ni un cafisho de averías el que al vicio te largó...
Vos rodaste por tu culpa y no fue inocentemente...
¡berretines de bacana que tenías en la mente desde el día que un magnate cajetilla te afiló!"
A través de la cita de este verso se puede expresar una cierta incredulidad respecto a que la labilidad inicial del sistema democrático haya obligado a tantas concesiones tácticas. Más bien, se sugiere que habría una claudicación consciente del ideario que llevó a la recuperación de la democracia.
El segundo que considero apropiado dice:
"Y tu vieja, ¡pobre vieja! lava toda la semana pa' poder parar la olla, con pobreza franciscana, en el triste conventillo alumbrado a kerosén"
A través de la cita de este segundo verso se puede rendir un homenaje a la muy exitosa educación pública en la que gran parte de la dirigencia política se formó, y a la cual hoy inclementemente ha abandonado.
Sentimos también un deber al hablar del futuro de la educación pública, reivindicar y homenajear a tantos que, durante el régimen dictatorial, defendieron valores solidarios en condiciones muy adversas. Lo hicieron en escuelas, liceos y universidades. Posteriormente, esos valores, en condiciones que hubiéramos pensado más libres, abiertas y plurales, no han encontrado la posibilidad de ser desplegados y promovidos.
Concluyo con cinco propuestas respecto al futuro de las universidades públicas:
[1] Algunas de las encuestas aludidas pueden encontrarse en el sitio web del Centro de Estudios Públicos – Chile: www.cepchile.cl
[2] Universidad de Chile. Documento oficial. "La Universidad de Chile hacia el siglo XXI. Una propuesta de la Universidad de Chile al Estado Nacional". Agosto de 2003.
[3] El tango Margot, compuesto en 1921 con música de José Ricardo y Carlos Gardel y letra de Celedonio Flores, puede ser escuchado en audios y videos fácilmente obtenibles en Internet, en versiones que van desde Gardel hasta Serrat. El tango está escrito en lunfardo y pueden encontrarse diccionarios apropiados por el mismo medio.