Pilar republicano

Por una cuestión meramente secuencial suele presentarse la creación de la Universidad de Chile como una suerte de continuación de la Real Universidad de San Felipe, que funcionó entre 1747 y 1839. La verdad es que la Universidad de San Felipe fije una institución que entonces representaba la esencia del método escolástico, pese a que las últimas monarquías borbónicas tenían un proyecto modernizador y, entre otras cosas, pretendían restar poder a la influencia de la Iglesia, particularmente en lo que concierne a la educación.

La Universidad de San Felipe estaba orientada básicamente a formar teólogos, filósofos y juristas, cuyos cursos se impartían en latín. Del mismo modo, sería impropio afirmar que la Universidad de Chile surge como una reacción a ésta. Su creación corresponde al avance incontestable del pensamiento liberal surgido de la Ilustración, a los primeros conflictos del Estado con la Iglesia, a un profundo sentimiento antiespañol derivado de la guerra de Independencia y al concepto de la formación de un Estado nación. Como escribiera Juan Egaña, no bastaba con crear instituciones y programas, “para reformar abusos y errores de un pueblo envejecido en sus habitudes, cuanto el criar, dar existencia política y opiniones a una nación que jamás las ha tenido"[ 10]. Para los pensadores de los inicios de la República, España había llevado una política deliberada de mantener a América en la ignorancia. En palabras de la historiadora Sol Serrano: “La formación de un hombre nuevo estaba indisolublemente ligada a la formación de la nueva nación. Si la virtud era el principal valor individual y colectivo, la educación era el medio idóneo para formarla", y agrega: "la educación contribuiría a cohesionar el estado con la nación, al gobierno con los gobernados, a las leves con los ciudadanos”[11]. De este nuevo concepto, esencialmente civilista, legalista —ideas que profundizaría Andrés Bello— deriva su carácter estatal, laico y de institución nacional de un estado centralizador.

Sólo a partir de 1830, luego del triunfo de los conservadores en la batalla de Lircay se puede hablar propiamente de un estado organizado, legitimado en su orden político. El Antiguo Régimen y las rencillas y conspiraciones del inicio de la República, han quedado definitivamente atrás. Si hablamos de triunfo conservador, el concepto puede ser equívoco, ya que por sobre todo predomina un espíritu republicano y, por lo tanto, en gran medida, liberal en las ideas. Esto quiere decir, el imperio de la razón y el orden público y la ley por sobre cualquier tipo de iluminismo. Luego de la paulatina desaparición de la Universidad de San Felipe y del ascenso del Instituto Nacional, que terminó finalmente impartiendo las carreras de la antigua institución colonial, se hizo necesaria la creación de una nueva universidad, que no sólo reemplazara a la anterior, sino que hiciera las veces de superintendencia educacional y otorgara los títulos de las carreras que impartía el Instituto Nacional.

En 1840, Manuel Montt asume como ministro de Instrucción interino del gobierno de Manuel Bulnes y es él quien le encarga a Andrés Bello la redacción de la ley que dará nacimiento a la Universidad de Chile. Es así como en la dictación de la ley orgánica el 19 de noviembre de 1842, la estructura respondió a una decisión política de primerísima importancia dentro del nuevo orden que comienza a constituirse.

En sus inicios, la Universidad no tenía todavía funciones docentes; era, más bien, un conjunto de cinco facultades donde se cultivaba el conocimiento científico y humanista, al modo de las academias francesas. Una de sus atribuciones principales era la de otorgar los grados de bachiller y licenciado a quienes seguían los cursos superiores que ofrecían el Instituto Nacional, otros colegios y profesores privados. En su calidad de patrono de la Universidad, le correspondió también al Presidente de la República de la época, Manuel Bulnes, el nombramiento de los primeros decanos de las facultades fundadoras: Mariano Egaña, doctor en leyes, fiscal de la Corte Suprema y uno de los principales artífices de la Universidad (junto a Bello y Manuel Montt), asumió en la Facultad de Leyes y Ciencias Políticas. En la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas se designó al matemático y fisico español Andrés Antonio de Gorbea, quien al igual que Bello había sido contratado en Europa por Egaña. La Facultad de Filosofía y Humanidades fue encabezada por José Miguel de la Barra, bachiller en filosofia por la Universidad de San Felipe y escritor, quien había acompañado a Egaña en su misión diplomática. El médico francés Lorenzo Sazié, contratado también para venir a Chile en 1833, fue nombrado primer decano de la Facultad de Medicina. Finalmente, el destacado eclesiástico y doctor en leyes Rafael Valentín Valdivieso ocupó el decanato de la Facultad de Teología.

La Universidad asume también la superintendencia de la educación en el país, incluida la enseñanza primaria o "elemental", sobre la que tuvo tuición hasta 1860 y la educación secundaria. Correspondió a su Facultad de Filosofía otorgar el grado de bachiller en Humanidades a los egresados de la entonces llamada enseñanza colegial o preparatoria. Cabe destacar en este punto que con la organización de la enseñanza en todos sus niveles y la normalización de planes y textos de estudio, se inicia el proceso de la verdadera alfabetización en Chile, adelantándose en décadas a otras institucionalidades educacionales del continente. En este proceso desempeña un papel fundamental la persona del argentino exiliado en Chile, Domingo Faustino Sarmiento. Su texto, "Método de lectura gradual", se convierte en el primer silabario original de nuestro país y con él aprenderán a leer dos millones de niños chilenos.

El 17 de septiembre de 1843, con un acto solemne y de gran significación pública, se fundó oficialmente la Universidad de Chile. La ceremonia, precedida de un desfile por el centro de Santiago en el que participaron el Rector Bello, el claustro universitario, y representantes de todos los poderes políticos, económicos y sociales encabezados por el Presidente Bulnes, fue cerrada con una salva de veintiún cañonazos disparados desde el cerro Santa Lucía.

 

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[10] Jaksic, Iván. Ibíd.
[11] Serrano, Sol Ibíd.

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