Sinfonía fatal

Santiago, 29 de Octubre de 2003

Se legisló de manera acelerada y con un desusado sigilo. La ley sobre donaciones culturales fue modificada en forma sustantiva, permitiendo ahora que los partidos políticos puedan tener acceso a este mecanismo de financiamiento. Para el arte, la cultura y la educación, sin embargo, la transformación acordada implicará una irreparable restricción, ya que los flujos de recursos a descontarse de las declaraciones tributarias disminuye significativamente. A eso se suman amenazas de todo tipo dirigidas a los donantes, ya que las empresas no podrían siquiera tener la posibilidad de ver su nombre envuelto en los actos que financian vía donación, ni menos aún en cualquier otra actividad que conecte al donante con la entidad recipiente ya que ello sería interpretada como una especia de colusión.

Ante el menor incentivo económico y las severas amenazas proferidas, ya se siente el significativo declinar de los recursos para las actividades del arte, la cultura y la educación. ¡ Esas cosas que las financien los clientes..! proferirán muchos de quienes han respaldado una reforma de la cual ni siquiera tuvo tiempo de enterarse el creador original de la ley. Tampoco lo supieron en la oportunidad ni el Ministro de Educación ni el nuevo Secretario de Cultura. Menos aún las entidades que agrupan a artistas, centros culturales, universidades o entidades educacionales. La legislación se ha dictado de espaldas a los protagonistas principales de los efectos económicos. Este acto se ha llevado a cabo sin ninguna consideración por aquello que resaltan los discursos de varios políticos en el ánimo de construir una sociedad más humanista, que cultive el alimento para el espíritu, y promueva el intelecto y los sentimientos.

Quizás sea casualidad que los beneficios legislativos comiencen ahora a ser percibidos también por los partidos políticos. Quizás la celeridad del proceso no tenga que ver con este hecho, sino más bien con el deseo de hacer las cosas eficientemente. Quizás el no considerar la opinión de sectores afectados deba atribuirse al hecho de no querer involucrar las discusiones parlamentarias con los intereses de grupos determinados. Quizás el que no se hayan enterado quienes debían haber tenido una opinión desde el mundo político y el gubernamental, se deba a sus innumerables otras preocupaciones. Pero que sepa ahora cada chileno: esta Sinfonía Fatal para el arte y la cultura se ha escrito a vista y paciencia de todos. ¡Un bello homenaje en el Cementerio de Neruda!.

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