No a un nuevo fracaso

Santiago, 10 de septiembre de 2003

El país debe guardar el día 11 un respetuoso silencio, constituyendo una expresión de respeto ante tanta victima de enfrentamientos y represión. Fueron ellas los testimonios de un proceso de creciente conflicto ideológico, de enfrentamiento entre poderes del Estado, de fuerte tensión e incomunicación entre los máximos directivos políticos, y de una continua exacerbación productora de odios e irreconciliación.

Ciertamente, así como los asuntos de gobierno y de la política no se condujeron en la forma más adecuada en años de profundos cambios en la realidad socio económica nacional, así tampoco es justificable el uso de la fuerza tan brutal empleada y la violación sistemática de los derechos humanos. Hemos aguardado por años una definitiva reconciliación. Las revelaciones que sólo ahora recientemente el país ha conocido respecto a víctimas y procedimientos deleznable, han contribuido a reabrir heridas y a fomentar el reposicionar los debates del pasado; con ello se ha seguido posponiendo la necesidad de unir al país ante trascendentes objetivos de futuro. Sin duda el país precisa un acuerdo definitivo sobre los casos de derechos humanos que permita satisfacer las necesidades de verdad y de justicia que por años han clamado los familiares de las víctimas. Pero al mismo tiempo, es fundamental que se de paso al futuro que tenemos que enfrentar y que debemos producir para las nuevas generaciones, a quienes no podemos seguir legando fracasos basados en los errores y la falta de una percepción verdadera de unidad nacional.

Quienes heredamos el país a partir de los años cuarenta o cincuenta, recibimos un legado de frustración originado en hondos enfrentamientos en la sociedad chilena, reflejados en el martirio de Balmaceda y mas tarde en agudos marasmos sociales y económicos. Se trató de un "Desarrollo frustrado" cuyo origen se encontraba en los desequilibrios prevalecientes en la sociedad chilena y la conturnaz desigualdad que venía desde años de mayor bienestar. La clase política no supo generar un proyecto exitoso por sobre los tiempos y los ciclos políticos. Generó, por el contrario, una tendencia al enfrentamiento y al ideologismo, y nunca pudo reponer un verdadero sentido nacional de justicia y progreso. Por eso, en estos días, en que el respeto debe primar en la mirada hacia la historia para decir ¡nunca más¡, también la mirada a nuestros hijos y nietos debe comprometernos con un futuro mejor, para mirar a la historia sin vergüenza, y a los tiempos que vienen con poderosa convicción.

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