Buenas Intenciones Para el Siglo

29 de Diciembre de 1999

El comienzo de un año siempre se asocia a la definición de algunas buenas intenciones para orientar las conductas personales y sociales. Es pertinente que como país expresemos también esa definición, más aún cuando se trata de un nuevo siglo que se inicia. En tal contexto resulta indispensable juzgar lo que hicimos mal en el siglo que se marcha, par comprometernos con una mejor conducta en el que viene. Durante el siglo que se va nos caracterizamos por haber perdido una oportunidad de desarrollo económico y social. El resultado de los desequilibrios generaron un quiebre en la sociedad chilena que aún no somos capaces de superar. La mejor buena intención nacional debe referirse a la necesidad de establecer una agenda de país, que tenga en vista el consolidar los resultados económicos que obtuvimos hasta hace poco en un terreno de restauración de los equilibrios sociales y de mantener estabilidad política.

Tenemos que volver a ser un país que construya la esperanza del desarrollo con fuerza, realismo y generosidad. Ese compromiso debiera ser suscrito solemnemente por todas las fuerzas sociales y políticas, para no tropezar nuevamente con las mismas piedras: el divisionismo irreconciliable a todo nivel, el sectarismo político, el egoísmo social, las promesas insostenibles y la carencia de visión de largo plazo.

Una buena intención que, indudablemente, costará ser asumida plenamente en los hechos. Todos declaramos con fe estas cosas, pero nos sentimos distantes de ellas en los momentos poco gratos, allí volvemos a nuestro característico cortoplacismo egoísta. Total, siempre hemos pensado que de una u otra forma los problemas deben ser asumidos por otra generación. Mirar todo el bosque, no sólo los árboles, pensando en los beneficios de largo plazo y con disposición a pagar los costos de corto plazo, son parte del compromiso que debe asumirse en forma consecuente con el buen deseo. Es la única manera de poder entregar un mejor país a las nuevas generaciones, para no entregarles, como la nuestra, un sinnúmero de buenas explicaciones y una gran dosis de problemas acumulados imposibles de resolver en poco tiempo.

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